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jueves, 28 de marzo de 2024

LOS LIBROS


 


Si tú, mi semejante, no puedes ser el libro

Y yo, tu semejante, tampoco tu lectura,

Los dos equivocamos la huella en la llanura

de esta vida que apenas en mi pecho equilibro.

De esta vida que a penas tú también equilibras

Y late en el costado de hondura de tu instinto.

Que huele a mar remoto dentro de un laberinto,

a una sal libertaria que se abre donde vibras.

Sal de sangre que gasta cadenas y condenas

Con humedades que arden más alto que el acero

y llamas de ansiedades que funden las arenas

hacia un cristal del alma, de claridad venero.

Porque la vida tiene el color de los ojos

que se abren, la esperanza de la sangre que late.

Y es un tambor su paso que avanza cuando bate

golpeando la tiniebla con relámpagos rojos.

Porque la vida toma de la sangre su gesto.

Dirige su milagro de luz a las retinas.

Toma tus ademanes, tu ceño y las espinas

de un rosal en el centro de tu tristeza puesto.

Porque su ser exige que el amor la penetre

Y el color conmovido de su temperatura

deshaga estolideces en tanta criatura

y homicidios de soles contra todas perpetre.

 

Abre entonces hermano tu sol entre mis frases.

Echa tu luz de sangre sobre mí con ternura.

Enciéndete y atento acapara la altura

Y transparentemente mezclemos nuestros haces.

Mirémonos adentro sin recelo ni envidia.

Tejámonos las vidas uniendo nuestros hilos

en una sola tela tramada, en una lidia

de paz, en una justa de lúcidos estilos.

Leámonos los gestos, las penas, las memorias.

Amémonos. Es justo frente a toda la muerte.

Sin vergüenza enfrentemos el palio de la suerte.

Y sean nuestras vidas lo que son, sólo historias

que quedan como libros sobre los anaqueles

para que alguien se asome por ellas a sí mismo,

que, tras el horizonte de sombra, en los papeles,

las palabras nos guardan y celan nuestro abismo.

Las palabras contienen, muertas, lo que vivía.

Pero ellas resucitan al Cristo de la frente.

Al llamado del alma cual bíblica poesía.

Son el Lázaro eterno que anda verbalmente-

El milagro que alumbra lo mortal y se enciende

para la especie humana en el umbral eterno.

La antorcha que jalona la edad y la trasciende;

reflecta en el azogue de sombras del averno.

Por eso yo te leo la humanidad del gesto.

Pesco en estanques rostros. Tiendo todas mis redes

Y transparento el fondo de mí y hasta su resto

para que tu lo leas, lo extraigas, te lo quedes.

Si tu no eres, si yo, las páginas abiertas,

las letras siempre vivas que danzan la pavana,

seremos como sombras de un sueño siempre muertas.

Pronunciemos la sílaba verbal y sólo humana.

 

Amílcar Luis Blanco  

 

domingo, 17 de marzo de 2024

EL OTRO

 




Sólo soy un disfraz, una corteza,

a veces proyectado contra el fondo

de una pantalla hecha de tiempo. Un hondo

salón de cine sólo en mi cabeza.


Me miro en los recuerdos, en la aviesa

intrepidez de un episodio mondo

que trato de esconder y que no escondo

de tanta soledad que me atraviesa.


Exploro en mi memoria si me alejo

para ver de mi mismo lo que huía

más allá, al otro lado del espejo.


Descubrir que hay detrás de lo que había

de ese otro que no fue, pero quería

y que en mis sueños deja su reflejo.


Amílcar Luis Blanco ("El otro, el mismo", oleo sobre tela de Rodolfo Opazo)

MIEDO DE AMAR

 


Sólo colaboré con tu tristeza

y también con tu pena y con tu llanto,

pero ocurre que te he querido tanto

que mi amor sucumbió ante tu belleza.


No te creí, no tuve la grandeza

de olvidarme de mí. Sentí el espanto

de verme solo y de perder tu encanto

y entonces construí una fortaleza.


Alejarme, alejarte, resguardarme

de tu sol, tu glamour hecho de alma,

del dolor de perderte en falsa calma,


de olvidarte por no desconsolarme.

De vivir y fingir escarnecido

como si no te hubiera conocido.


Amílcar Luis Blanco ("Los amantes", oleo sobre tela de René Magritte)

sábado, 16 de marzo de 2024

LAS NINFAS










Ya no hay ninfas al borde de mi mano

para calmar la sed de mi lujuria,

tampoco hetairas de insondable furia

que me sorban y besen sin desgano.


Ni el sabor de una fruta de verano

que me deje su rastro de penuria

cada vez que en mi boca lata espuria

tu ausencia evocadora de lo arcano.


Tuve en mis manos la sensual lascivia.

Mi boca saboreó aguas de cielo

y se deshizo en la penumbra tibia


de los lúbricos cuerpos en su celo.

Enfrió mi fiebre la ternura anfibia

y la pasión se ahogó en el desconsuelo.


Amílcar Luis Blanco  ("Hylas y las ninfas", oleo sobre tela de John William Watherhouse)

 


lunes, 11 de marzo de 2024

AMOR PERDIDO II

 


 


Terrible soledad la del amor perdido.

La del deseo abierto como boca sedienta.

En el centro del cuerpo el sexo grita y cuenta

su inmenso desamparo, su latido.


Insatisfecho el cuerpo en su deseo herido

y en su vida sin nadie, desatenta

con la sola pasión que lo atormenta,

arbol por la borrasca sacudido.


Sentir que cada día es otra muerte

Un descenso fatal, la despedida.

La de extrañar doliéndonos la herida.


La de vivir la vacilante suerte.

La de sufrir lo móvil y lo inerte

y así sentir como se va la vida.


Amílcar Luis Blanco

QUERIDO AMOR






Amor, querido amor, amor perdido.

Me estoy envenenando con tu ausencia.

Vuelvo a tu ser con álgida frecuencia,

amor, querido amor, escarnecido.


Amor, querido amor, dolor querido,

adoraba escucharte y tu apariencia,

tus sonrisas sin nadie, tu carencia,

había tejido en mi pasión su nido.


No volverás, lo sé. Mi desconcierto

será en lo más recóndito buscarte

sabiendo lo imposible de encontrarte.


Serás la ausencia, el horizonte abierto

de quien vaga sin fe por el desierto.

Serás lo mudo, la belleza, el arte.


Amílcar Luis Blanco 

La vida

 



La vida,

Un transcurso de ida,

Solamente de ida y no de vuelta.

Que en la memoria suelta 

Una amarga y  constante despedida 

de soledad mordaz e interrumpida.

Todos metidos en el mismo viaje.

Todos vestidos con el mismo traje.

En un buque, en un jet, en un tren,

parecemos distintos, todos bien.

Sin embargo en el hoy y el será

la vida se nos va

y es una herida

a punta de cuchillo de la edad.

No volverás a ver aquélla esquina

donde besaste a tu primera novia

Ni vestirás la misma ropa fina

Y esa rutina obvia

que te tuvo ocupado cada día

para ganarte el pan o la alegría

ya no estará,

ya no vendrá.

Cómo se va la vida 

Adiós, adiós.

Nosotros somos la fugaz huida.

yo, vos.


Amilcar Luis Blanco