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domingo, 17 de marzo de 2024

EL OTRO

 




Sólo soy un disfraz, una corteza,

a veces proyectado contra el fondo

de una pantalla hecha de tiempo. Un hondo

salón de cine sólo en mi cabeza.


Me miro en los recuerdos, en la aviesa

intrepidez de un episodio mondo

que trato de esconder y que no escondo

de tanta soledad que me atraviesa.


Exploro en mi memoria si me alejo

para ver de mi mismo lo que huía

más allá, al otro lado del espejo.


Descubrir que hay detrás de lo que había

de ese otro que no fue, pero quería

y que en mis sueños deja su reflejo.


Amílcar Luis Blanco ("El otro, el mismo", oleo sobre tela de Rodolfo Opazo)

MIEDO DE AMAR

 


Sólo colaboré con tu tristeza

y también con tu pena y con tu llanto,

pero ocurre que te he querido tanto

que mi amor sucumbió ante tu belleza.


No te creí, no tuve la grandeza

de olvidarme de mí. Sentí el espanto

de verme solo y de perder tu encanto

y entonces construí una fortaleza.


Alejarme, alejarte, resguardarme

de tu sol, tu glamour hecho de alma,

del dolor de perderte en falsa calma,


de olvidarte por no desconsolarme.

De vivir y fingir escarnecido

como si no te hubiera conocido.


Amílcar Luis Blanco ("Los amantes", oleo sobre tela de René Magritte)

sábado, 16 de marzo de 2024

LAS NINFAS










Ya no hay ninfas al borde de mi mano

para calmar la sed de mi lujuria,

tampoco hetairas de insondable furia

que me sorban y besen sin desgano.


Ni el sabor de una fruta de verano

que me deje su rastro de penuria

cada vez que en mi boca lata espuria

tu ausencia evocadora de lo arcano.


Tuve en mis manos la sensual lascivia.

Mi boca saboreó aguas de cielo

y se deshizo en la penumbra tibia


de los lúbricos cuerpos en su celo.

Enfrió mi fiebre la ternura anfibia

y la pasión se ahogó en el desconsuelo.


Amílcar Luis Blanco  ("Hylas y las ninfas", oleo sobre tela de John William Watherhouse)

 


lunes, 11 de marzo de 2024

AMOR PERDIDO II

 


 


Terrible soledad la del amor perdido.

La del deseo abierto como boca sedienta.

En el centro del cuerpo el sexo grita y cuenta

su inmenso desamparo, su latido.


Insatisfecho el cuerpo en su deseo herido

y en su vida sin nadie, desatenta

con la sola pasión que lo atormenta,

arbol por la borrasca sacudido.


Sentir que cada día es otra muerte

Un descenso fatal, la despedida.

La de extrañar doliéndonos la herida.


La de vivir la vacilante suerte.

La de sufrir lo móvil y lo inerte

y así sentir como se va la vida.


Amílcar Luis Blanco

QUERIDO AMOR






Amor, querido amor, amor perdido.

Me estoy envenenando con tu ausencia.

Vuelvo a tu ser con álgida frecuencia,

amor, querido amor, escarnecido.


Amor, querido amor, dolor querido,

adoraba escucharte y tu apariencia,

tus sonrisas sin nadie, tu carencia,

había tejido en mi pasión su nido.


No volverás, lo sé. Mi desconcierto

será en lo más recóndito buscarte

sabiendo lo imposible de encontrarte.


Serás la ausencia, el horizonte abierto

de quien vaga sin fe por el desierto.

Serás lo mudo, la belleza, el arte.


Amílcar Luis Blanco 

La vida

 



La vida,

Un transcurso de ida,

Solamente de ida y no de vuelta.

Que en la memoria suelta 

Una amarga y  constante despedida 

de soledad mordaz e interrumpida.

Todos metidos en el mismo viaje.

Todos vestidos con el mismo traje.

En un buque, en un jet, en un tren,

parecemos distintos, todos bien.

Sin embargo en el hoy y el será

la vida se nos va

y es una herida

a punta de cuchillo de la edad.

No volverás a ver aquélla esquina

donde besaste a tu primera novia

Ni vestirás la misma ropa fina

Y esa rutina obvia

que te tuvo ocupado cada día

para ganarte el pan o la alegría

ya no estará,

ya no vendrá.

Cómo se va la vida 

Adiós, adiós.

Nosotros somos la fugaz huida.

yo, vos.


Amilcar Luis Blanco

 

viernes, 9 de febrero de 2024

SONIDO DE CIUDAD

 










 






Estallan las palabras y las voces

en la eufonía de los gorjeos

en  crujidos de  grúas y de flejes,

y quejidos  elásticos y atroces,

círculos y devaneos,

largos ejes,

ronronean conspicuos los  motores

entre los contoneos de las flores.

 

La ciudad se articula en las sirenas,

en los duendes del aire, la bocinas,

los silbidos del viento

y un crepitar de hornallas como penas,

marimbas y sordinas

y una parra desnuda su sarmiento,

trémulo entre tambores  cornetas y violines,

desembala trompetas y nardos y jazmines.

 

Un clamor se desbanda;  fútbol en los estadios

y frenadas chirriantes y campanas,

en el freír abierto de las radios

fuga de las ventanas.

El sonar bandeirante de las gaitas

Los aullidos, las sierras, los ladridos,

desparraman sentidos

de haber vivido duelos entre taitas

Somnolientos o raudos bandoneones,

lentos, cautos, alivian las tensiones.

 

Y la trepidación de las turbinas

de los jets, sobre escándalos y ruinas

de un rock violento y un golpear de mambos.

Un vaivén mece cumbias y  boleros,

y las sinuosas curvas de los tangos,

en ligeras milongas y  entreveros.

Estruendo en la ciudad y las baldosas

en asfaltos, balcones, entre gentes y cosas;

residuos de los tiempos desiguales

y sombras de otras sombras siempre menesterosas.

 

Amilcar Luis Blanco