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domingo, 19 de noviembre de 2017

LOS DESEOS





Los deseos partidos,
repartidos.
Los deseos urgentes.
Los deseos calientes.
Los deseos servidos en bandeja.
Y los abandonados,
que se dejan.
Y los malos deseos.
Y los buenos deseos.
Y los deseos lindos.
Y los  feos.

Lenguas, labios,
mejillas.
Y máscaras sin rostros
y escabios
y semillas.

Andan como rastrojos
obvios
rojos.

Deseos infantiles.
Deseos viscerales.
Y brutos, insolentes y carnales.
Inconfesablemente de seniles,
astutos, envolventes o gentiles.

Como si los deseos fueran ojos.
Como si los deseos fueran manos.
Como si los deseos se plasmaran
en raudos ejercicios intensos y livianos
de guitarras, tambores y de pianos.

Afín con los deseos de fuegos y cenizas.
Afín con los deseos de aguas y de vientos.
Los que nos llevan de narices en sus prisas.
Los que tensan las sangres desde adentro.
También los de orinar que ni te cuento.

Y los que más preocupan y desgarran,
de libertad, salud, techo, pan,
los que amarran
y vuelven como pájaros heridos
a la nostalgia absurda de sus nidos.

Amílcar Luis Blanco (Pintura de Carolina Antoniadis)




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