Recuérdame en la luz en esos frescos
donde el azul el verde el amatista
desgarran sus primores
y los reparten bajo el halo blanco del
fulgor escondido
porque a ti se te dan esas virtudes teñidas
por lo arcano
pinceladas por genios y ángeles y amantes
mareados y dispersos
que abren cofres con joyas hechas de brasa
pura de rubíes
y diamantes y algores y fiebres palpitantes
de carnes en barbecho
Recuérdame en tus versos como surcos
abiertos en la noche
y también en las tenues mariposas las lilas
y las rosas en los tiestos
Y cuando el maridaje de la luna y el tiempo
se vuelque entre las aguas
para rodearse del sigilo ausente y la
menuda soledad y el frío
y haga jugar sus tímidas muñecas en un juego desnudo y transparente
junto al rumor salobre que se ciñe
alrededor de todos los encuentros
y así los dota de pasión y hastío y los
pone entre ascuas y sedientos
Recuérdame entre todos tus amores como el
mas imposible y encubierto
alejándome siempre en cada tramo de corazón
voluntarioso y serio
en la rutina fiel de las palomas
golondrinas leales que volvieron
volándose en las rimas desde Becquer al
exhausto desierto
en las oscuras tardes que se extinguen
iguales al olvido y al destierro
pues sólo al recordarme hecho de obras
sagradas de paisajes y lienzos
habrás bebido el agua más profunda del
profundo Leteo
cuyo color el mismo del café y los ojos
negros borra la senectud abre esperanzas
da paso a otro entusiasmo a otro
ensimismamiento
de rojizas manzanas descolgadas del árbol
del deseo por el mañido viento
que sus ramas agita como brazos carente de
memoria oxidado de culpas
golpeado por el cierzo la soledad la lluvia la furia y el incienso
el sol ardiente la sombría sombra la nieve
las patrañas del infierno
la impalpable ceniza que se anida en los
rincones de la edad y la muerte
lo que nos gira en suma y siempre en disolvente absurdo al descubierto.
Amilcar Luis Blanco (Oleo del pintor Daniel Gerhartz)