AMILCAR BLANCO (Blog destinado preferentemente a la poesía propia) Los derechos de autor de lo publicado y a publicar en este blog están reservados y protegidos por la Dirección Nacional del derecho del autor-dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la República Argentina- Expediente N° 933882
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sábado, 24 de diciembre de 2016
domingo, 18 de diciembre de 2016
EN EL PAÍS DEL FUEGO
En el país de las llamas,
las mujeres, los hombres,
fueron antes de fuego.
Y con rojas gargantas
devoraron delirios
y enronquecieron de humo
hondas voces de bosques.
No hay languidez posible
en el país del fuego.
Destierro de sonrisas.
Hubo sólo vida y muerte.
Y actualmente
hay sólo vida y muerte
y hay un letal destino
esperando delante
en el país del fuego.
Las pavesas son lanzas
y lastiman las sombras
latientes en los cuerpos
que todavía quedan
en el país del fuego.
El incendio reduce
a tristeza y ceniza
la senda ya pasada.
Y el viento en pos fabrica
cuerpos en movimiento
avanzando hacia el norte
en el país del fuego.
Insufla manos rojas
o naranjas o azules
al igual que las piernas.
Y exhalan sus pulmones
alientos de dragones.
En el aire de fuego
lo divino del viento
triunfa en cada materia.
Y con la misma roca
fabrica tanta lava
como deshace inviernos.
Y limpia cada esquina
con sequedad y desierto.
En el país del fuego
donde se hermana el viento.
las palmas de las llamas
socavan y destiñen
larvas, termitas, hongos
y andan en aleteos
de pestañas azules.
Desnudan chispas crueles
y labios de cenizas.
En el país del fuego.
En el país del miedo.
En la tierra del ansia
más áspera y sedienta
la memoria se vuela
como una polvareda.
En el país del fuego.
En el país del miedo.
Amílcar Luis Blanco (Pintura mística por Graciela Marmanillo)
jueves, 8 de diciembre de 2016
MOMENTOS
Lo que más me preocupa es el paso del tiempo,
ese tiempo que viene en el niño encarnado
y nos muestra más jóvenes en las foto
grafías.
Nada se recupera, todo se pierde,
el cuerpo,
la frescura del rostro, la ilusión sobre todo.
La ilusión descompuesta
hirviéndose en sí misma, en sus sales de fiesta,
en graves abandonos, en tibias y silencios,
en espectrales máscaras, calaveras y fémures
cocinándose a secas debajo de la tierra.
Veníamos alegres de esas tardes de invierno;
esas suaves meriendas con sol y chocolates
y augurios y arreboles en pálidas mejillas.
Uno lo sabe, es cierto, no hay nadie en las preguntas.
Lo pensaba distante, mirándote las piernas,
las largas, encendidas y torneadas y eternas,
la redondez desnuda de tus rodillas tiernas.
Y así me comentabas los días y las noches
las metrallas de harina, los solfeos, los mates.
Y mientras conversabas
los bordes de tus labios,
tu mentón, tus heridas,
pronunciaban silencios elocuentes y sabios.
Tus manos se movían en el aire solemne
y hablaban por encima de todas tus palabras.
Prendiste un cigarrillo y me ofreciste el humo
de tus ojos oscuros.
Encima de nosotros el día se movía
desfilaban las tardes en torrentosos ríos
y tu risa cantaba rotundamente blanca.
Amílcar Luis Blanco (Collage de Barry Kite con el autorretrato de Van Gogh y la Mona lisa de Leonardo)
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