¿Cuánto saldrá de la estación vacía
y cuánto de la cara sin sus rasgos,
ésos que muestran la fisonomía
de nuestra mismidad,
si los medios destruyen los hallazgos,
la originalidad,
de nuestro corazón, amor, odio o razón o porfía
y a todos comunican la cruel monotonía
de su insinceridad?
Vaciado nuestro ser,
ya sin pensar, tampoco sin pensarnos,
sosteniendo los globos y las flores,
las agendas diciéndonos qué hacer,
y que los diarios, la tevé o la radio,
nos digan cómo al fin relacionarnos
y hasta cómo sentir nuestros amores.
¿Si una maldad política,
de pronto de los medios acomete,
y golpeando cerebros gota a gota
nos ataca rabiosa?
Una maldad, asidua, mefítica,
insidiosa,
que a la larga somete
y que por fin derrota.
Una maldad que viene disfrazada
por recios titulares,
spots televisivos
y creando enemigos,
sin coartada,
en ambiguos, de a mil, editoriales,
repitiéndose absurdos y obsesivos,
nos va tornando vanos y espectrales.
Si al fraude somos todos convocados,
a creerlo,
todos compaginados
para un escarnio fácil.
Mansos espectadores que
por serlo,
y estar hipnotizados,
cualquier ardid ya nos parece grácil.
¿Qué pasará, pregunto,
si la cara más dócil y vacía,
el más exacto asunto
se extraña de su tema y se desvía
por ceder a la página o pantalla,
al relato común que nos encalla
y a todos nos convierte, devotos a su guía?
¿Si esta maldad mediatica y lasciva,
soltando hilos de baba en opresiva,
diabólica fruición, hecha de huecas,
palabreras patrañas,
triunfara formateando nuestra opinión masiva,
en sus chismosas ruecas
mutándonos a todos en arañas?
¿Qué haríamos entonces?
¿Sonreiríamos
en el extremo indigno de un asombro?
porque ya lo sabíamos
y, no obstante,
continuamos leyéndonos por encima del hombro
y en cada sombra huraña
en un secreto instante
sabríamos que somos solamente una araña.
Amílcar Luis Blanco (Pintura de Rilma Paco)
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