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viernes, 30 de septiembre de 2011

PARA QUE VIVA


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Ábreme el corazón, amor,
para que viva;
para que otra eternidad,
que no sea la tuya,
no me consuma.

Ábreme el corazón que arde en tus manos;
el que mete tu tiempo entre mis años.
El corazón tenaz que me consuela
cuando llueve la angustia
y se mustian los labios
por la menuda ausencia de tus besos.




Amílcar Luis Blanco.

jueves, 29 de septiembre de 2011

OCASO


Se retira la luz, el tiempo pasa,
la penumbra se adueña de la casa.
Uncidos a los lentos menesteres,
como a rodantes piedras de molinos,
molemos nuestros sueños, dejamos sin destinos,
secretas esperanzas y potentes placeres.
Nos vamos destruyendo en medio de la calma,
yendo siempre a la noria, sin poder detenernos.
Vivimos convirtiendo nuestros trozos de alma
en harina hacia panes de perspicuos infiernos.
Así, cuando la sombra se apodera del cielo
y el humo se despide del fuego en los hogares,
el tiempo pone muelas mortales al anhelo
y nos clava colmillos hasta en los genitales.
Por eso al desnudarnos de ropas y de días
los comburantes ojos son lupinas bujias
y los cuerpos palpitan, ebrios, turbios, fatales.

Amílcar Luis Blanco

martes, 27 de septiembre de 2011

LA SOLEDAD


Pasos, pasos, pasos,
en el bochinche del silencio.
Nadie, nadie, nadie,
nunca, nunca, nunca,
en el auxilio de la penumbra.
Árboles, espaldas,
copas, melenas, nucas.
Tripas de lasitud
y languidez
y ayuno.
Y el dolor todavía,
latiendo entre los ojos,
hechos sólo a mirar.

Amílcar Luis Blanco

domingo, 25 de septiembre de 2011

ESPERARTE


Esperarte es un martes en Domingo,
así desangelado y progresivo.
Es un chasquear los dedos
de párroco impaciente.
Y nadie acertaría al verme,
rictus de soledad en la cara,
en la mañana de esta esquina,
mirando sin mirar el horizonte,
detrás del parabrisas de mi calma,
que te amo y espero
en la porca miseria de un coche estacionado,
colgado del silencio y del contagio
pulular en un día que despierta
con gargantas de óxido en el bronce
golpeadas por badajos guturales;
antes sordas campanas que sonaron
en el atardecer de las palabras
para esparcir palomas y misterios.
No, nadie acertaría que esperarte
es abrir vacaciones en la noria del tiempo,
en los derroteros de los feligreses;
es impactar como el reflejo de una espada
en el ritual del cáliz alzado en sacerdocio
y encontrarte en el vino de rubí del destello.
Es comulgar contigo en el andrajoso tacho
de las mañanas del mendigo y el ciego.


Amílcar Luis Blanco

viernes, 23 de septiembre de 2011

La rosa es una flor de labios tibios


La rosa es una flor de labios tibios
en la umbrosa frescura que separa tus senos
Y tus senos colinas alzadas
hacia las cimas romas que el ardor de tu sangre
le impone al nacar frío de tu carne.
A esos escozores que el silencio derrama
sobre la languidez donde se extiende
la orfandad del deseo
suelo viajar, amor, cuando te evoco
y recuerdo las comisuras sombras que comienzan
el dibujo de fuego de tu boca
cada vez que me miras con los ojos perdidos
desde lo abandonado de tu cuerpo
latiendo en la penumbra del espejo.

Amílcar Luis Blanco

miércoles, 21 de septiembre de 2011

ANTES DE QUE LLEGUE EL OLVIDO



Viento, mar, odio, amor, cielo o silencio,
rostros, cuerpos, caricias, como antojos
nos golpean rapsódicos las manos o la frente
y hasta se dejan ver, maná fluyente,
en la cámara oculta de los ojos.
Son recuerdos; son notas de un arpegio
mucho mayor, todo quietud y mutismo;
el olvido sin fondo, ni represa.
Andando a nuestro lado con su paso de abismo;
vacío en que se pierde nuestro jamás; una dehesa
que bajo su agua enfría un vivo paroxismo
y después guarda trozos de corazón doliente y de cabeza,
tras las menudas muertes de uno mismo.
Habrá calles, ciudades, rostros, plazas, balcones,
Melodías preñadas de emociones
Que nunca volverán. Sucio nihilismo
para este ser sin ser que somos, ilusiones.
Antes de que llegue el olvido
de que tu voz se apague sin un ruido,
tu cuerpo sin mi estrecho abrazo huelgue,
déjame que te cante y te conserve
y abarque en el poema consabido

Amílcar Luis Blanco

TE ACONSEJO QUE ME OLVIDES

TE ACONSEJO QUE ME OLVIDES

Recibí tu última carta,
en la cual tú me decías:
"Te aconsejo que me olvides,
todo ha muerto entre los dos.
Sólo pido mi retrato
y todas las cartas mías,
ya lo sabes que no es justo
que aún eso conserves vos".
Hoy reconoces la falta,
tenés miedo que yo diga...
que le cuente al que tu sabes
nuestra íntima amistad;
¡Soy muy hombre, no te vendo,
no soy capaz de una intriga!
Lo comprendo que, si hablara,
quiebro tu felicidad.

Pero no vas a negar
que cuando vos fuiste mía,
dijiste que me querías,
que no me ibas a olvidar;
y que ciega de cariño
me besabas en la boca,
como si estuvieras loca...
Sedienta, nena, de amar.

Yo no tengo inconveniente
en enviarte todo eso,
sin embargo, aunque no quieras,
algo tuyo ha de quedar.
El vacío que dejaste
y el calor de aquellos besos
bien lo sabes que no puedo
devolvértelos jamás.
Yo lo hago en bien tuyo
evitando un compromiso,
sacrifico mi cariño
por tu apellido y tu honor;
me conformo con mi suerte,
ya que así el destino quiso
pero acuérdate bien mío,
¡que esto lo hago por tu amor!

JORGE CURI

Jorge Curi
(4 de junio de 1895 - 10 de enero de 1972)
Nombre completo: Curi, Jorge
Poeta
Su vida estuvo ligada al tango desde muy joven, siendo compañero de andanzas de populares figuras del ambiente en especial de Ernesto Ponzio (Pibe Ernesto) con quien se vio envuelto en varios líos por el carácter irascible del famoso violinista y compositor.
La primera canción que escribió fue el estilo "Rebeldía", de 1920 con música de Manuel Pizarro, con quien crióse, puede decirse, en el barrio del Abasto, barrio que conoció antes de llegar a la fama a Carlos Gardel.
Cuando el tango inundaba el país y la voz de Carlos Gardel ganaba los corazones, escribió la letra de varios que tuvieron enorme difusión, como "Noche de Reyes", por ejemplo, que con música de Pedro Maffia ganó un concurso de la casa "Odeón".
El cantor inmortal grabó de su pertenencia, además del citado "Noche de Reyes", "Corrientes", que tiene música de Angel Danesi; "Te aconsejo que me olvides" con música también de Maffia; "Machete" con la de Guillermo Basadoni; "Culpas ajenas" con la de su amigo Ponzio; tango éste inspirado en la condena que el músico acababa de cumplir.
Según sus manifestaciones, Gardel debía grabarle asimismo los tangos "Cuadro Porteño", música de Servidio; "Pobre loco", música de Pizarro; "El Taita Malevo" música de Lucarelli y "Sangre Milonguera", con música de Traviglia ("Debido a nuestra vieja amistad, Carlos trataba de conformarme, pero luego quizá se olvidaría de mis pedidos", dijo una vez).
Ignacio Corsini le grabó varios: "En un rincón de La Boca", "En la cortada", etc.
Amante del arte del pueblo, tuvo en su juventud veleidades de actor y como aficionado lucióse en los cuadros filodramáticos llamados "Florencio Sánchez" y "Guardia Joven", conjuntos que dieron grandes actores al teatro nacional.
Curi nació en Salto (Uruguay) el 4 de junio de 1895 y falleció en Buenos Aires el 10 de enero de 1972.

Gavito y Duran - Te Aconsejo que me olvides

lunes, 19 de septiembre de 2011

El espejo






















"... la tarde, tras los húmedos cristales, se pinta

y en el fondo del espejo... " (Antonio Machado)



Lejos pero cercano está el espejo.
En su luz vertical el cielo enciende
la infinita distancia y en él tiende
a duplicarse lo que observo y dejo.


De ubicuo instante preña su reflejo
lo que amar para siempre se pretende:
la juventud, lo bello; frágil pende
no obstante de lo sordido y lo viejo.



La simultaneidad se desentiende
en su vacio fiel del aparejo
del mirar melancólico y propende


a un olvido letal, ciego, parejo.
Todo se iguala entonces, se comprende
lumínico y veloz en su complejo.















Amílcar Luis Blanco








A veces la memoria nos traiciona



A veces la memoria nos traiciona.

De pronto aquélla sed, dada por satisfecha,

resucita su sal y no abandona

el deseo de un agua contrahecha

¿Por qué será? ¿Por qué no olvidaremos

lo que nos hizo mal?

Aunque sin duda ya nunca podremos

beber de esa ilusión fiel y fatal,

juzgada claridad y transparencia.

Si hoy sabemos

a través de la luz de la experiencia

que aquélla tan espléndida apariencia

ocultaba un inmundo lodazal.

Amílcar Luis Blanco

sábado, 17 de septiembre de 2011

La mujer de la foto en Estambul.









Arde en mi la lujuria
de un remoto pasado no vivido
en un lugar lejano y conocido.
En su rauda extensión, lujo y penuria,
anduvieron mezquitas y bazares,
torres, el acueducto, lupanares.
Bósforo azul.
Vigía en Dardanelos
Estambul
En Bizancio, siglos, cielos.
Traquea del mundo;
ardiente pasadizo
entre Asia y Europa.
En lo profundo
de la luz y el hechizo
una mujer se cierne
antigua como el río de mi sangre
y parece mirarme desde el tiempo.
Nada se hace sin suerte.
O consume sin hambre.
Una voz se despierta en cada cuerpo
Y hasta el viento,

Mercurio de la copla,
lleva el cálido aliento,
del secular deseo desde Constantinopla

hasta mi actual momento.
Una mujer azul,

de pareo rojo
mirándome desde una vieja foto
tomada en Estambul.-

Amilcar Luis Blanco

viernes, 16 de septiembre de 2011

El sueño profanado - (2da. y última parte)



- ¡Ah! Una intuición quiere decir - juzgó Falcone.
- Claro, una corazonada - definió el Negro - Bueno, también le dicen premonición, videncia. Tengo una tía ...
- ¡ Por qué no parás un poco, por Dios! - lo interrumpió Arbuzzi - No nos interesa tu tía. Dejalo a él que explique.
- Dale Salori, contános ¿Cómo te vino el presentimiento? - intervino Florindo. Salori lo miró y después paseó sus ojos negros sobre todos los demás.
- Tuve un sueño - dijo - Un sueño en el que...bueno, Florindo me va a entender. Estábamos aquí, pero este lugar era inmenso, interminable. Jugábamos al billar. Pero todos. Había bolas para todos. Cuando se presentaron algunas carambolas difíciles, uno a uno, fuimos subiendo a la mesa para taquear. Pero después el paño se había transformado en un césped que era como un link de golf. Y ya todos éramos golfistas y estábamos vestidos de golfistas, con esos saquitos a cuadros, acompañados de cadys, con palos, bolsas, gorras, zapatos especiales y todo eso. Igual el lugar seguía siendo un Café. No porque tuviera apariencia de Café - y aquí, creo yo, está lo curioso - sino porque venía el gallego Guita, el mismo que es el dueño de este bar y que todos conocemos, y nos traía la bandeja. A algunos, como a Falcone, le traía café, pero a otros nos traía otros tragos de colores diferentes. Entonces, como el gallego tenía puesta una sotana blanca, yo le preguntaba por qué ...
- ¡ Ah, eso de la sotana blanca! - interrumpió el Negro.
- No interrumpás, Negro cabeza de chingo - vociferó Arbuzzi - Seguí Salorito, seguí
- Bueno, yo le preguntaba por qué, no se por qué. Será porque el gallego siempre dice: "¡Me cago en Dios!" La cuestión fue que el gallego me contestó: "Lo que pasa es que yo soy Dios y estoy aquí para serviros ¡Faltaba más!"
El Negro empezó a reirse con una carcajada sonora. Los demás lo miraron como si estuviera cometiendo un sacrilegio.
- No le des bola a éste, por favor - pidió Arbuzzi - Seguí.
- Bueno, después apareció una nube negra y comenzó a soplar y silbar el viento.
- Y nosotros qué hacíamos, dónde estábamos - quiso saber Florindo.
- No se. Estarían por ahí. Lo que si vi es que el gallego comenzó a desaparecer, como si se evaporara y yo sentí mucho miedo, pánico ¡No te vayas gallego! Le grité, y ahí fue cuando me desperté.
Estaban en el instante en que cada uno de ellos sintió que podía impunemente apoderarse de la intimidad del otro, espacio invisible y ancho para la confidencia. En ese momento el otro, naturalmente, fue Salori. Había quedado desnudo, vulnerable, desubierto frente a los demás. Por eso Arbuzzi, que lo había escuchado con profunda atención, especialmente él, tornó a concentrarse todavía más en la ejecución de una carambola. Y Florindo quiso profundizar.
- ¿ Qué representará el sueño ? - preguntó pensando en voz alta y representándolos a todos.
Entonces Arbuzzi, que volvía de fallar en el intento de hacer chocar los rodantes marfiles, quizás por el fastidio que le generó el yerro, dio la explicación que tal vez no debería haber dado nunca. Dijo:
- Es sencillo. Salorito estuvo siempre quieto, jamás se jugó, ojo, ni siquiera al billar. Es, lo digo con cariño, es, y fue, y será siempre un vago simpático - mientras hablaba Arbuzzi angulaba los codos y los brazos y mantenía la vista fija en la bola blanca, buscaba una mejor posición para taquear, hacía pausas - No me interpreten mal muchachos, como dije, un vago simpático - concluyó después de un certero golpe que sonó dos veces anunciando la carambola, y siguió: - Un amigo. Pero siempre se sintió y se siente culpable. Nunca lo aceptó. Mejor dicho, nunca se aceptó bien a sí mismo. La culpa le hace ver que el gallego, que es un laburante en serio, es Dios. Pero, a la vez, si se sube a jugar tiene pánico de que Dios lo abandone y se le desate la tormenta ¿ Es así o no ?
Salori no dijo esta boca es mía. Sólo lo miró como suelen mirar los perros cuando agachan la cola.
A los pocos días tuvieron la noticia, el mismo gallego Guita se los comunicó: Salori se había colgado de una gruesa soga. Se había ahorcado. Su familia le había dado cristiana sepultura. Ni tiempo hubo de que le fueran a dar el último adios. Nada suele ser un sueño y nada más. Cada uno carga una culpa y ni los sueños son inocentes o, para serlo, acontecen dentro de la niebla de la ignorancia. "Cuando el velo es corrido, cuando el secreto es profanado..." - pensaba Florindo que pensaría Arbuzzi.

El sueño profanado (Cuento) Ira. Parte



Si hubiera vivido en las ardientes arenas, dentro de un oasis, o en alguna laberíntica ciudad de Oriente, hubiera gozado de una mujer hermosa y diferente cada noche, escuchándole secretos y contándole los propios, sumergido en esa concupiscencia tan sabrosa que traen el ocio y la riqueza. Pero como no es musulmán ni oriental, sino occidental, cristiano, argentino y además pobre, porque los que tienen harenes son sultanes, emires, califas, jekes, él se tiene que bancar a Bertolinda, que, si bien fue como las últimas sílabas de su nombre, "linda", cuando la conoción con su cinturita de avispa y sus pechos portentosos, hoy es casi como el "Berto", el hijo de ambos, araña los cien kilos y empieza a tener barba.
No se trata de un chiste. Es su vida. Por eso, cuando su cónyuge, que había comenzado a frecuentar al psicoanalista, le preguntó a Florindo que le faltaba en su vida, frunciéndole amorosamente los labios y pellizcándole la mejilla, contraste de ternura y brusquedad que le dejó doliendo el pómulo, él no se atrevió a contestarle. La distancia entre sus sueños y la realidad era tan ancha y profunda como para no intentar el paso hacia un terreno que intuyó podía ser el abismo.
Acaso, se preguntó, después del episodio que salvó como pudo pidiéndole a Bertolinda que esa noche hiciera ñoquis, y mientras caminaba hacia el Café para reunirse con sus amigos, acaso - se repitió - ¿No nos ocurre lo mismo a todos? ¿Quién puede estar enteramente conforme con lo que tiene? Los sueños o deseos más caros son como los tesoros encerrados en los cofres, pero los cofres están siempre en la imaginación y por eso jamás pueden abrirse en la realidad. Se encogió de hombros, arqueó las cejas, sonrió. Repitió esos gestos que, según todos decían, lo habían hecho parecido a su padre, ya fallecido. Se imaginaba constantemente contemplado por un observador invisible ¿Dios? Imposible saberlo. Alzó el brazo y los amigos de la mesa junto a la de billar lo saludaron a su vez cuando traspuso la puerta vaivén vidriada del bar. Era la costumbre de todos sus días incluidos sábados y domingos. Sin embargo no la sentía como una rutina. Al contrario, dentro de aquél espacio ocupado por el bochinche de las vajillas, las voces y los golpes de los tacos sobre las bolas, atravesado constantemente por los motores y las bocinas de los vehículos que cruzaban las calles de aquélla esquina céntrica del barrio, disfrutaba su libertad más propia. Le gustaba oler el café expres, el aroma a tabaco de los cigarrillos que se fumaban, cuyas contaminantes nubecillas blancas eran absorbidas desde los poderosos extractores, zumbantes y ronroneantes, dándole un excéntrico clamor de aeropuerto al inmenso salón. Amaba saborear la cerveza negra, las picadas con maníes o el vermouth. Allí estaban sus amigos. El Negro, que ya se acercaba a palmearlo y darle la mano con una solemnidad bonachona que después se quebraría en ocurrencias de todo tipo. Salori, siempre sentado y de semblante sombrío, que levantaba su mano como un linesman y lo miraba inquisitivamente. Rogelio Buongiorno, el tano, su compatriota, hablando del eterno contrato con Italia. Vicente Falcone, intérprete de bandoneón. Solía llevar el fueye a las reuniones de los sábados y tocaba tangos de Arolas, Greco, De Caro, Bardi, Piazzolla, y los que le pidieran. El flaco Arbuzzi, cultísimo y neurótico. Sabía de Historia, de Tango, de Jazz, y no toleraba que lo interrumpieran o que hablaran de un tema sin conocerlo.
En fin, se daban todos los contrapuntos. Principalmente entre el Negro, que cuando no oficiaba de ocurrente se convertía en un charlatán, y Arbuzzi, que en infinidad de ocasiones lo había mandado directamente al carajo o a otros lugares que conocemos todos. Aunque en general todos conveníamos que al flaco había que tratarlo con pinzas, ni hablemos cuando se emborrachaba, ahí había que seguirle la corriente.
Las mañanas de domingo, antes de las pastas con tuco o pesto de Bertolinda, Florindo y sus amigos se reunían en el Café a leer los matutinos y comentarlos. A excepción de Salori y Arbuzzi, que por razones ignoradas pero respetadas por los demás leían "La Prensa", los otros leían "Clarín". Quizás fuera porque Arbuzzi y Salori eran hinchas de Racing, aunque Salori sin demasiada convicción, pero eso no era seguro, porque también él, Florindo Hermitone, era hincha de Racing y, como quedó dicho, prefería "Clarin" y algunos domingos también "El Reporter" porque le parecía un diario imparcial. No, si como dicen muchos, la realidad es arbitraria, no tiene explicación. Es como el horoscopo. Dos personas del mismo signo no se parecen, ¿no es cierto?. Se lo preguntó a Falcone, el domingo del cuento, como para romper el hielo.-
- Tienen las mismas características - sentenció no obstante el bandoneonista, contrariándolo.
- Incluso más - abundó todavía el tano Buongiorno - Yo no firmaría el contrato con Italia sino fuera porque mi señora es de aire y yo de agua...
Después de decirlo, el tano miró a todos y cada uno de los que allí estaban como desafiándolos. Y estaban todos. También Arbuzzi que juntó sus manos palmeándolas con un fuerte chasquido, las elevó como en una oración y dejó escapar un bufido.
- ¡Por Dios ! - exclamó - ¡De nuevo la pavada! ¡Dame paciencia! ¡Cómo pueden ser tan crédulos!
La credulidad es la antesala de la imbecilidad ¿Entienden?
Falcone y el tano lo ignoraron. Salori lo miró con respeto o miedo. Florindo avivó el fuego diciendo:
- Con todo respeto, Flaco ¿No estamos refiriéndonos a una ciencia milenaria?
El flaco, que hasta ese momento había estado sentado, se paró, gesticuló - siempre lo hacía antes de articular palabra cada vez que se fastidiaba -, se llevó la mano a la frente - era un poco teatral - y caminó hasta la silla que recien había ocupado Florindo, los ojos abiertos como platos.
- ¡¿Pero vos en qué mundo vivís?! - preguntó, admirativo, dominándose. Apoyó una mano en el respaldo de la silla y moviendo la otra prosiguió:
- ¿Vos sos de los que creen, todavía, que a los bebés los traen las cigüeñas de París?
- No te exaltés, Arbuzzi - sugirió Florindo - Y más respeto que la Astrología es una ciencia esotérica.
- ¡Vos sos un esotérico! Y además usás una palabra cuyo significado no conocés, como todo medio pelo - se indignó Arbuzzi retirando la mano del respaldo y acompañando a la otra como si con las dos se desprendiera de un fardo, arrojándolo.
- Sin ofender, Flaco, sin ofender - intervino Falcone.
- ¡Pero, por favor! - estalló Arbuzzi - Él - recalcó - dice "esotérico" porque la palabra, la palabreja, le parece importante. Para que todos lo sepan esotérico quiere decir oculto. La Astrología, que en la antiguedad no se distinguía de la Astronomía y que, después, fue desplazada por ésta última, y que se manifestaba en vaticinios u horóscopos, sólo inspirada en la tesis geocéntrica de Ptolomeo, por supuesto, anterior a Copérnico, jamás fue una ciencia, menos todavía oculta. Se basaba en la suposición antiquísima del griego, Pitágoras, que suponía que el universo, los astros y las estrellas, formaban parte de esferas...
- Sí, señor - interrumpió el Negro - De ahí viene lo de la esfera celeste...
- ¡Calláte! - lo fulminó Arbuzzi El Negro lo miró como si lo hubiera lastimado.
- ¿No es así, no es así? - Insistió.
- No. No es así. Es otra cosa lo que estoy explicándoles. Quiero que sepan que después de Ptolomeo vino Copérnico...
- Es verdad, es verdad - volvió a interrumpir el Negro - Yo se que vos te referías a la revolución copernicana.
Arbuzzi quedó detenido, esculpido en el gesto teatral que le era característico, observándolo.
- ¡Ah, sí! - le dijo - Bueno ¿Y qué más? Explicá aquí, para los muchachos ¿En qué consistió la revolución copernicana?
- Como no - espetó el Negro con seguridad - significa que la tierra también gira, como las esferas - concluyó.
- ¡Ignorante! - le gritó ahora Arbuzzi en el colmo de la exaltación. El Negro lo miró con sorpresa.
- ¿Qué, no se mueve la tierra? - preguntó
- El que no se mueve y no camina es tu cerebro - exclamó Arbuzzi.
- Calma muchachos - pidió Falcone - Todos sabemos que la revolución copernicana se basó en la teoría heliocéntrica. Los planetas describen trayectorias más o menos predecibles alrededor del sol que es el centro del sistema ¿Conformes? - terminó alcanzando con la palma de su mano el hombro de Arbuzzi e invitándolo a que se sentara.
Arbuzzi obedeció, más calmado. Cruzaron una mirada con Salori que exteriorizaba algo de ansiedad. La explicación del músico había cerrado el tema.
Siempre o casi siempre las cosas ocurrían de ese modo. El flaco Arbuzzi se encerraba durante un largo rato en su mutismo. Mientras tanto Florindo pedía un café, lo saboreaba en seguida charlando con el tano Buongiorno sobre las llamadas que el tano hacía a Italia preguntando por un contrato de trabajo en Bologna, en una compañía subcontratista de aquélla comuna dedicada al mantenimiento de la carretera y en la que Buongiorno había trabajado antes, durante dos temporadas. Había después intervenciones tímidas de Salori, abundantes comentarios del Negro y, finalmente, Florindo invitaba a una partida de billar; la cual, por último, paradojicamente, era aceptada por Arbuzzi que recuperaba el habla, de modo parco al principio y de la manera desenfadada y provocadora que le era habitual al promediar la partida.
El paño verde y las esferas blancas y roja de los marfiles los reconciliaban. Pero, por supuesto, no tanto, proque también comenzaban a menudear las ocasiones de agredirse con las variadísimas suertes de las carambolas que, según Florindo dijera ese domingo, dibujaban destinos. En las caprichosas posiciones y trayectorias él se entretenía viendo el azar, que definía como externo, frío e indiferente, completamente impersonal, parecido al océano y al movimiento de las aguas, frente a la habilidad y destreza del jugador que representaba al espíritu humano.
- ¡Pamplinas, estupideces! - apostrofaba iracundo Arbuzzi cada vez que Florindo dejaba traslucir su filosofía en algún comentario.
- Dejalo, este es un intolerante, - bramaba Buongiorno - El día que muera lo van a velar de espaldas.
Todos se reían y únicamente Salori permanecía quieto y serio.
- ¡Qué cara de bragueta, che! - seguía el tano - All tuo amico lo van a velare cossi, abasso. E tu sarai ill velatore.
- No jodás, tano - se fastidiaba Salori ensombreciendo aún más el gesto.
- Tengo el presentimiento de que algún día va a pasar algo - agregó esta vez.
- Algo ¿ Como qué? - explotó Arbuzzi - No te hagás el misterioso.
- Algo... no se, algo grave.
- ¿A qué se refiere? - inquirió Falcone que a Salori no lo tuteaba.
- Yo se bien a qué me refiero - soltó Salori frunciendo el entrecejo. Arbuzzi abandonó el taco sobre el borde, lo puso casi paralelo a la banda y enfrentó con su cara exaltada la del ahora intrigante Salori.
- ¿En qué quedamos, sabés o no sabés? - indagó ahora con toda su impaciencia.
- ¡Ufa! Tengo un presentimiento - se fastidió nuevamente Salori volviendo su expresión de adustez hacia el cielorraso o la lejana barra y evitando mirarlos

miércoles, 14 de septiembre de 2011

LOS MOTIVOS DEL LOBO (Cuento corto)











La noticia estaba en el diario, en la sección policiales, el titular, en cuerpo catástrofe, "Los motivos del lobo" ¿Cómo explicarla? Si llego a decir que Rodriguez pega, que es un castigador nato sólo porque lo he visto levantar su mano al tiempo que en su rostro se dibujaba una expresión indescifrable para mí, como de amargura, bronca, salvaje desesperación, la vez que colgó un teléfono, sería injusto con él.



Cuando lo conocí - regaba su jardín - me pareció un vecino decididamente pacífico. Después, la segunda vez que lo vi en el supermercado nos saludamos y me sonrió con amabilidad. Las otras veces, en compañía de su perro, bajaba hasta la plaza con el diario bajo el brazo y se detenía para complacer, frente a distintos troncos, las preferencias de micción de su pointer de orejas caidas, urbanamente abozalado. Lo recuerdo, eso sí, en aquél teléfono público de la rambla junto al océano en una mañana de viento que volaba carteles, chapas, etiquetas de cigarrillos y las orejas de su pointer abozalado, con ráfagas heladas, hablando acaloradamente. Aunque no lo podía escuchar veía sus gesticulaciones y la rojedad en la frente y en la incipiente calvicie. Habrá sido en la primera semana de julio y mi visión de Rodriguez en el interior de la cabina habrá durado cinco o siete minutos, no se. Seguramente mas de lo acostumbrado para una contemplación semejante. Y debió ocurrirme mas que nada por haberme llamado la atención el enojo que demostraba en ese momento un hombre al que conocía tan calmo. Pero la vida nos sorprende a diario.



Ahora que lo evoco no puedo dejar de sentir algo del horror que sería su vida. Si nos atenemos a la información deberíamos pensar respecto a su mascota en un verdadero calvario o en una vocación de faquir desconocida entre las de su especie.



Recordemos. Rodriguez se sentó en la explanada, extensión de césped y vereda que lo separaba todavía de la calzada, frente a lo que debe ser aún su casa, portando el extremo de la correa de su acollarada mascota que, sentada a su lado, aullaba algo lastimeramente siempre con el bozal puesto, de modo que el aullido escapaba de sus apretadas fauces en ondas de murmullo sibilante que la humanizaban un poco y otro poco la convertían en una suerte de monstruo ligeramente repugnante, aún cuando pudiera llegar a inspirar compasión.



Pero, allí se aposentaron los dos, perro y amo, indiferentes a todo, y esperaron. Eso es lo que vi. Lo demás está en el diario.



Refiere que, como a las once de la noche, la vieron a la que era, según supe después, la concubina de Rodriguez bajar de un taxi sola. Ella no pudo verlo hasta que la mano de él aferró la suya, que apretaba la llave recién sacada de la cerradura de la puerta, también recién abierta, y entonces se dio vuelta y lo reconoció. Su sorpresa fue mas lenta que la mano de él, con la que alcanzó a taparle la boca para ahogar su grito. Es fácil deducir lo que ocurrió después. La introducción de la mujer al interior de la casa, el degollamiento, el seccionamiento en trozos del cadáver y la, cómo calificarla, instintiva colaboración del pointer que, siempre llevado de su mano, fue por fin liberado de su bozal después de una semana de ayuno.














Amílcar Luis Blanco

martes, 13 de septiembre de 2011

CAMPOS AMARILLOS

















Violando la siesta amarilla,

cruje la cigarra bajo la gramilla.

Y su canto arde

alveolo del puro pulmón de la tarde.

El cóncavo cielo, atorbellinado,

respira rumores lejanos y voces,

lóbrego, inclinado.

Y el vibrátil grillo,

promueve destellos y ásperos roces,

cual cifran los soles en un cauto brillo,

sus fuegos y hervores

y cierra el poniente con fuerza de anillo.




Amílcar Luis Blanco

domingo, 11 de septiembre de 2011

TU ROSTRO



Cuando te miro parto
del silencio furtivo de tus labios.
En las líneas abiertas de tu rostro
está la ingenuidad que necesito
para seguir creyendo.
Cuando te miro viajo
al silencio furtivo de tus ojos
y se que tras tus párpados cerrados
existe un paraíso
para los dos creado.
Cuando te miro el ángel
que desvelara Rilke me convoca
porque siento crecer la maravilla
del melodioso par de comisuras
de tus labios y siento que las dunas o ánforas
teñidas de nocturno plenilunio
que me ofrecen tus pechos en silencio
me vuelven a la magia del amor encontrado.

Amílcar Luis Blanco

viernes, 9 de septiembre de 2011

Osvaldo Pugliese - Derecho Viejo

A DON OSVALDO PUGLIESE

Habla profundo el chelo,
necesita
la esquina hecha pollera de la cita,
anhelo,
de choclo, cachafaz y cumparsita
para bailar y levantar el vuelo.
En su murmullo el bandoneón chamuya
y el corazón cabalga
sobre teclas de piano y hacen bulla
los roces sobre cuerdas de violines;
trémulas yemas de precisos dedos
andan sobre vibrátiles confines.
Sueñan las añoranzas
y prometen, proféticas, andanzas
en los ligeros tactos de Pugliese.
Y su delgada y proverbial figura
transversaliza el piano y resplandece
más allá de la honda partitura
y la cabeza cana y los anteojos
aún sentado le alargan la estatura.
En el convergen muchedumbres de ojos
y viajan al pasado
sumidos en las notas y los sones
del compás orquestado
la misma multitud de corazones;
contienen la estampida
de dolores y goces y pesares,
turbios o claros como los amores
de las volubles aguas de la vida.
Pugliese.
Los sonidos de su orquesta,
de ecuménica música que crece,
como Recuerdo afín o Mariposa.
El aire es un fangal, es una fiesta.
Y en su chan, chan, reposan,
la Yumba, Calandraca, paica facha,
la tajante soltura de Negracha
y en lastimado y memorioso ego
el ícono sin fin del gallo ciego.

Amílcar Luis Blanco

miércoles, 7 de septiembre de 2011

A mi me nace en el alma



A mi me nace en el alma
un lago y una alameda
hechos de luz y de calma
y fina grama de seda.
Una mujer que se acuesta
esperando mi mirada,
mi caricia, mi respuesta,
para el amor preparada.
Se vuelan de mi los besos
como si tuvieran alas,
aires con llamas, excesos
de apasionadas escalas;
labios hechos mariposas
yendo a las mejillas rosas
de la mujer extendida
ya sobre grama de cielo
con la distancia fundida
bajo mis ojos en celo
y la tibieza encendida
de mi amor y mi desvelo

Amílcar Luis Blanco

lunes, 5 de septiembre de 2011

PARIS Y HELENA






















Si la melena de oro y la mirada oscura
del joven Paris arrogante y fuerte
que llevaba el ganado a la pastura
y el desafío hasta la misma muerte
hizo encender la fiebre de lujuria
en el tálamo gris de Menelao
a la voluble Helena. Fue la furia
la que impulsó el rencor de los aqueos,
disparó los arqueros y las naos
para tomar venganza. El adulterio
hizo temblar la sangre y llenó de saqueos
a toda Illión mutada en cementerio.


Puso así la libido al mismo Ares
en el lecho lascivo de Afrodita
y a Paris enfrentado con sus pares
por vivir con Helena la pasión y la cuita.
Ese Pastor no fue ya de ganado,
sino en Tánatos Eros convertido.
Pretexto en él habían encontrado
los griegos a un dominio presumido.
No el de los cuerpos que se esconde y crece
en el tálamo erótico reunido
y asegura la prole de la especie;
sólo el de Hades y el de Proserpina;
el de la guerra que destruye y fina.

Un matrimonio surge de lo inerte
del profundo negror, la rala nada
otro se agita en sangres, se convierte
en la roja pasión, en la angelada,
relación instintiva y profundiza
lo erótico y sensual, la maravilla,
de la pareja humana que ameniza
el mundo con su magia, la que brilla
y da continuidad sólo a la vida
Paris y Helena en su mortal huida
serán la luz, el germen, la semilla.

Amílcar Luis Blanco

domingo, 4 de septiembre de 2011

CUÁNTA VERDAD





















Cuanta verdad, seguro, no he vivido
por no estar a tu lado ni tenerte,
porque aunque quiera al fin pertenecerte
de a dos la circunstancia nos ha ungido

de un destino dispar y distraído
a nuestro amor afín. Cínica suerte
que nos aparta mal y nos pervierte
en doble divergencia de sentido.

Cuando debiéramos ser par unido.
Ser uno con el otro hasta la muerte
y disfrutar un mundo compartido.

Estar contigo sólo para verte
Y compartir la música y el ruido,
el dolor, el placer y contenerte.

Amílcar Luis Blanco

viernes, 2 de septiembre de 2011

LA BAILARINA

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Trabajada en la sombra
el torso, la cintura;
en el retorcimiento,
de la raíz oscura
que le implanta la diestra
del hombre que la ciñe, salva y nombra
por su merecimiento,
la bailarina vuelca su vertiente siniestra
sobre el hombro robusto y la mano maestra
del galán que la lleva
y en el silencio del bailar la eleva.


Y su grupa rotunda,
remate de sus glúteos,
lánguida se menea
como una mar profunda
y cuando contonea
sus pantorrillas tornan camafeos
encadenando oscuramente arreos
de neurótica yegua sin manea
domada nada más por la milonga.
Y en los giros de luz su carne encharca
platas, nácares, rulos, tez mistonga
entregada al imperio de la marca.-


Bailarina y audaz contra la sombra,
apasionados pasos, firme celo,
cauta pantera sobre leve alfombra,
sus pies dibujan ochos, vuelven cielo,
una sinuosa danza bien al suelo.
La bailarina baila y estremece,
trémula, vulnerable, cuando crece,
todo el alrededor, rasga su velo,
se desnuda y ofrece
al holocausto de la fe sagrada
del masculino celo,
al ancestral rubí de ser deseada
y suspender sin fin el turbio anhelo
de ser enteramente conquistada.













Amílcar Luis Blanco

AZUL
















Cielo, montaña, oceano sin tiempo,

duelo de las mañanas, divergencia,

horizonte sulfúrico de ausencia

caótico temblor, galaxia en vilo.

Una distancia agónica, de abismo,

me depara la neutra consecuencia

de ser sólo habitante de mi mismo

aunque me pueblen lánguidas maneras

venidas de las plácidas esferas

de un gélido, extendido paroxismo,

nervio de lo creado, delta de lo distinto,

y ramazón de fiebre y nervadura

de ilusión y esperanza, de cordura

del plexo azul que expresa el laberinto.


Amilcar Luis Blanco