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sábado, 29 de agosto de 2015

Estar enamorado




Sentir que ella se ha ido,
pero,¿cuándo, dónde?
si todo el alrededor la muestra;
su ausencia está presente en todas partes.

Alguien viene, camina,
la traspasa. Alguien mira
y seguro la ve porque la veo
agigantarse incluso, allende la penumbra.

Hay un llegar constantemente a ella,
irme también de los detalles de su rostro,
un paisaje de ensueños y placeres,
pero aquí, en lo doméstico del alma.

Y cruzo tantas veces sus puentes transparentes
debajo de sus ojos y sus muslos, 
en el día pendiente de sus senos,
y apoyo tantas veces el peso de mi fiebre
sobre el soleado valle de su vientre.-

Amilcar Luis Blanco ("Mujer del sombrero rojo", oleo sobre tela de Marcos Ortolán)


("El perico", oleo sobre mazonite por Jorge González Camarena)

viernes, 28 de agosto de 2015

Yo miro a la tristeza de frente




Yo miro a la tristeza de frente
hecha de ensueños infantiles
y mis cosquillas lindan con el tedio.
Esas costillas grises del aburrimiento.
Y digo Yo por el coraje de mirarla
de frente con sus patíbulos de sombra,
sus entremeses de villorrio gris,
su irrebatible desembocadura sin
posibilidades y de pies descalzos.

Esas partes de niños mirando
desde la intemperie hacia las vidrieras,
desde sus almas hacia el mundo;
desde la intemperie a niños pobres
que muestran juguetes inalcanzables
para sus deseos y les exhiben anticipándolas
las ocasiones tristes para siempre.
Es decir para siempre ya pasado
sin que pueda aliviarlos y aliviarme.

Amílcar Luis Blanco  ("Ilustración 13" Pintura de Pawel Kuczynski



miércoles, 19 de agosto de 2015

Sandro de America - Por ese palpitar

EL ABISMO





Uno está siendo así
o de otro modo
frente a su abismo.

Uno cae o se enreda,
se lía con las matas,
lo hirsuto del barranco.

Uno duele,
se enluta,
se consuela.

Las montañas se han ido
y la ciudad se cierne
y vamos yendo.

Uno toma  los frentes
las cornisas
para no resbalar.

Hay que hacer equilibrio
y no pisar a fondo
en tanta sombra.

Amilcar Luis Blanco  (Pintura de Edgar Muller)

Proximidad de la lluvia.



Hoy nadie habla, nadie cuenta nada,
la voz, el cuello de la voz, una garganta,
está vacía, en su oquedad pregunta.
Está apagada
y sin embargo imanta
y su silencio asi me cejijunta.
Lo invisible, el claror, la transparencia
guarda el reflejo azul de alguna espada
y hay un pesar de cielo y de inmanencia.
Está la soledad
y no tiene fronteras, 
pero tiene,
un peso de frialdad
y unas ojeras
graves que se confunden con la lluvia que viene.

Amilcar Luis Blanco  ("La trampa de arena", acrílico sobre lienzo por Ricardo Carpani)

viernes, 14 de agosto de 2015

TANGO



Magia de bailarines envueltos en el tango,
en las piernas del tango.
En esos malabares del torso y de los brazos
mientras los pies avanzan
ceñidos a las glorias y figuras y trazos
de impulsos y de giros y de alianzas.
 Universo en sus manos
y universo también entre sus almas.
Ellos bailan desnudando los aires,
despojando las almas de preguntas insomnes.
Ellos bailan y afirman sus silencios,
todo el silencio en  lánguidos arpegios
untados de violines
y en hondo son marrón de contrabajo.

Ellos bailan y libres se armonizan.
Y no son sólo cuerpos
y no son sólo giros y trompos de silencio.
Hay gritos encajados,
soledades que riman con la muerte,
angustias ancestrales.
Y ese temprano augur que no se duerme.
El fementido ángel.
La pista se hace cielo, se despeña,
hecha flecos consiente
ser la pollera azul que se levanta
sobre la carne hiriente.
Y hay un puñal de muslo en cada sombra
un fanal de luz siempre.-

Y ese ritual carnal de fuego y alma
enciende la  tiniebla
de rojo carmesí; membruda calma,
sumiéndose en la niebla.
Canta al bailar y porque baila enjuga
la garúa del llanto
y humedece las grietas cuando fuga
su visceral encanto
entre las piernas aspas de una mujer
y ebúrnea en luna sacia
la enfática manera de perder
para ganar la gracia.

Amílcar Luis Blanco  (Oleo sobre tela de Vivian Azconeguy)

Javier Rodriguez y Geraldine Rojas Tanguera.mp4

miércoles, 12 de agosto de 2015

ANSIEDAD



Estoy hecho de sombras y de miedos,
de cifras y palabras.
Ansiedades enhiestas como pernos
se clavan en mi sangre.
Y en mis manos hay huellas de naufragios
que todavía duelen.
Mi mal es recordar mis muchos males,
mantener las preguntas
cuando se han ido los augurios graves
y lo celeste abunda.
Siendo que ya no queda casi cuerpo
que resista el embate
y que se apaga el aterido fuego
que bajo el frío late.
Estoy hecho de sílabas humeantes.
La hoguera de mi boca
pone mi corazón y mi semblante
en piedras dolorosas
si la ira de pronto resplandece
en cifras y palabras
y me arroja desnudo a la intemperie
despojado de alma
para escocerme solamente fiebre.

Amilcar Luis Blanco ("Deseo y ansiedad de este cuerpo", acrílico en lienzo por Merlina Mendoza)

domingo, 9 de agosto de 2015

RUTINA (Silva en asonancias)




En el extraño cielo de las dudas,
donde todo es posible,
siento desde el extático horizonte
de un día la coyunda
y el ocaso me pesa fulgurante.
Aplasta mi cabeza
y me hace buey y condenado esclavo
la dureza y el fuego
de una rutina que al trabajo vela.
En la hora violeta
de la que hablara Eliot en su Londres
un Támesis deshuesa
lo que queda desasido del hombre
una vez que la noria
del día en la oficina o fábrica
lo deja libre y solo.
Una suerte de pálido naufragio,
un vuelo sumergido.
Quizás la pipa, el diario, el trago,
todo lo que le queda
sirva para apagar las horas muertas,
ausencias de sentidos,
cundiendo en el hogar, entre los suyos.
Un vago asunto simple
que llame su atención desde la calle,
lo atraiga a la ventana,
le deje ver el paso de un viandante,
una gota olvidada
aferrándose al vidrio transparente.
Él fumará en su pipa,
en su diario verá que todo sigue
y apurará su trago
contra una oscuridad que todo funde.

Amílcar Luis Blanco ("La rutina", acrílico por Fausto Guillén Cejas)

sábado, 8 de agosto de 2015

EL OLVIDO (Silva)





"No me mueve, mi Dios, para quererte 
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte."

El cuarteto correspondiente a este soneto, quizás el más grande de la lírica castellana, se atribuye indistintamente a San Juan de la Cruz y/o a Santa Teresa de Jesús y/u otros.- Personalmente, por su acabado estilístico, creo que su autoría podría corresponder a San Juan de la Cruz.- Lo he puesto como acápite de esta Silva, que ensayo por primera vez, porque el olvido, tema entre otros también borgeano, sugiere que aunque se cambiasen los supuestos mismos de la vida de Jesucristo, su promesa de un cielo, su amenaza de un infierno, el amor se seguiría cumpliendo, sin sentido, sin explicación, sólo el mero hecho de ser lo habilita y sólo se puede comenzar el amor de cada día sobre la base del olvido. Si no tuviésemos la facultad de olvidar nuestra vida se transformaría en un infierno de eternidad del que no podríamos salir porque además el único olvido total posible es el de la muerte.-

Vamos perdiendo en vano
frescura y juventud constantemente
y en vano lo sentimos
y en vano ardientemente
queremos olvidar lo que aprendimos.
El olvido nos hace
sentir que cada día es el primero.
Inauguramos soles.
Vencemos el dolor al olvidarlo.
Y la jodida muerte
transfunde su leteo presuroso
en un lecho de arroyo
y mezcla gracia con desgracia siempre.
Por eso nos confunde.
Su ambigüedad maquilla cada susto.
Tras la surgente risa
hay un llanto esperándonos y un gusto
por el luto y la prisa.-
El olvido en la máquina del tiempo
es la pausa de nada.
Uno olvida lo mal que ha procedido.
Se siente entonces limpio.
Se lanza hacia una nueva encrucijada.
Da la espalda a la vida ya vivida.
Olvidar el olvido
y navegar por siempre en lo vivido,
ingresar en la eterna
historia personal y solitaria,
hazaña temeraria
sería y "el infierno tan temido"

Amílcar Luis Blanco ("Muchacha a orillas del mar", Oleo sobre lienzo por Cristina Alejos)

martes, 4 de agosto de 2015

EL BESO (LIRA)



En la ciudad sombría,
en un café con luz y movimiento
soñé que te veía,
mas sólo fue un momento
y desperté dolido y descontento.

Después supe que habría
para nosotros un entendimiento
y que consistiría
en vernos bajo el viento
y besarnos sin freno ni aspaviento.

Que para dar en tu alma
debía pasar primero por tu beso
y aplacarte y en calma
darte gozoso acceso
y unirnos cuerpo a cuerpo con exceso.

Salí a buscarte entonces
a la intemperie en la ciudad ardida,
por donde brillan bronces
y en la mesa escondida
del café te encontré desatendida.

Distraída cantabas
una milonga en cadencioso acento,
encendida entonabas
un pasaje muy lento,
pícaro, juguetón, nada violento.

Me puse frente a vos
y te tomé las manos con mis manos
detuve así tu voz,
y ocurrió que cercanos
nos besamos estrechamente humanos.

Amílcar Luis Blanco ("Seducción en azul en 2 x 4", oleo sobre tela por Claudia)