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miércoles, 29 de junio de 2016

DEAMBULANDO POR RÍO




La ciudad repartida entre los morros,
ardiente como el sol, peregrinada,
olorosa a café, a la feijoada,
exótica y sensual, ardua en socorros.

Cuerpos de  ébano, humos de los porros,
caipiriñas con hielo y arena sulfurada
solo fresca en la sombra o la regada
del senderito alimentado a chorros.

Ofertas de rojizos camarones,
Copacabana bajo el sol relumbra
Y en la rompiente tiemblan corazones.

El Pan de azúcar hierve y se columbra
en el lejano azul. Vagos horcones
sostienen el calor con la penumbra.

Amílcar Luis Blanco (Monasterio de San Benedicto, Iglesia Nossa Senhora de Montserrat en Rio de Janeiro)



lunes, 27 de junio de 2016

APASIONADA





Te siento arder desnuda, golpeando  una marimba
de sales, barros, fuentes y horcones vegetales,
hembra mulata airosa, que por mulata  y gringa
golpeas  sangre a sangre los pulsos ancestrales,
aúllas, gritas, cantas, silbas y en tu garganta
hay lustres de pantera que tu piel adelanta
y a dos cuerpos nos roban extremos genitales;
son copas y raíces de una arborosa planta,
de un día trajinado por cuerpos espectrales,
deseándote, lamiéndote, esa fiebre que imanta.

Te siento arder desnuda, tus llameantes umbrales,
en tus carnes se ahondan a trémulos follajes,
tus ojos  de pantera cual duros pedernales
parten en dos las sombras como piedras preciosas
en las que el sol cayese abriendo los ramajes
con fulgurantes rayos hasta tus carnes rosas.
Y cuando sobre el cieno desnuda y de rodillas
alzas los negros brillos de tus ojos rubíes
para tentar los míos nublados, desportillas
en mi una gradería de templadas huríes.

Apasionada en ciernes, abriéndote a otros besos,
a otras palmas de manos invasoras y ajenas,
despertándome celos, yéndote en los excesos,
que transportan y expulsan culpas, duelos y penas.
Sanguíneos y desnudos nos vamos alejando,
yo de acero candente, ciego y resplandeciente
y vos como la noche, el cosmos ocupando.
Nuestro amor, una niebla, un escaso relente.
La lacerante duda abriéndome, oscilando, 
hecha un fino cuchillo filoso y sedicente.

Amílcar Luis Blanco ("Musidora", oleo sobre tela de Julio Romero de Torre)

domingo, 26 de junio de 2016

ENGAÑO






Vivimos del engaño del amor muchas tardes,
de ese engaño melifluo y generoso
que pasa por las puntas de las lenguas
por el mezclar las piernas en sábanas de orquídeas
y un mullido golpearnos seno a seno
y un de lustrar a besos las gargantas.
El amor complaciente que desnuda los cuerpos
pero que, en suma, aumenta las distancias
y protege con fastos de la carne
lo que en nosotros hay sin traducirse,
sin poderse leer. La inscripción milenaria
de las piedras. Nuestros fondos de océano.
El vago resplandor que nos precede
y una canción perdida en un desierto
donde los vientos echan sus rodillas
quitándose sus fuerzas transparentes
y por fin nos desvisten, nos allanan
y dan vuelta el alcohol de nuestras ansias.
Y el engaño de amor se nos derrumba
y hace crecer el mar y las distancias
y nos deja más solos y más frágiles
temblando en el fragor de la batalla
y enarbolando en ascuas nuestra sangre
con una desnudez de pura llaga.

Amilcar Luis Blanco (Representación cubista del cuadro de Velázquez "Las meninas", oleo sobre tela de Pablo Ruiz Picasso)

ENCUENTRO




Hubo el sonido inmenso de la playa;
ese ruido conspicuo y acendrado
como el brillo de acero de tus ojos.
Mis besos resbalando en las montañas
de tus pequeños pechos
y la cantera tenue de tu boca.
Y después el silencio de sal en mis oídos
y mis manos jugando en la vendimia
de las uvas celestes madurando en la fiebre.
Los sarmientos de sangre respiraban
primaveras de otoños en la fuente
de nuestros cuerpos tensos como el día.

Amílcar Luis Blanco ("Amantes 2", oleo sobre lienzo de Cesar Carranza)

sábado, 25 de junio de 2016

rocio durcal joaquin sabina y nos dieron las 10

ABSORTA












































Absorta, pero tensa todavía,
al borde mismo del brocal del sueño,
del abismo abierto de un silencio sin guía,
domando una ansiedad que  golpea su ceño,
la mujer se ha sentado en su cuerpo que huía.

Otro cuerpo que ancló su movimiento
a sus espaldas ya domó su fiera
y es jinete del lomo del jumento
pero también del ansia de su espera.

La soledad que cunde y se disfraza
habrá de evaporar su dura traza
en la ardiente materia del abrazo.
Y habrán de amanecer en el ocaso.

Amílcar Luis Blanco ("Die schmollende" oleo sobre lienzo de Paul Gauguin)



lunes, 20 de junio de 2016

FRENTE AL MAR - GOYENECHE STAZO

Rocio Durcal - En Esta Tarde Gris.

ENAMORARNOS































Enamorarnos es como incendiarnos,
convertirnos en llamas de una hoguera
y ser también la lánguida madera
en combustible ardor. Es devorarnos.


Entregar nuestro espíritu. Entregarnos
no siempre sólo en cuerpo, de manera
que en sufrir y gozar el alma entera
se vierta sobre el fuego al inmolarnos.

Y a soledad innúmera, inconsciente.
Quemar nuestro interior en la batalla
de confundirnos en un mismo frente

con otro ser mientras la pena estalla.
Y la tropa enemiga y transparente
a este fuego de dos se rinde y calla.

Amílcar Luis Blanco (Pintura de Pablo Ruiz Picasso)

viernes, 17 de junio de 2016

REIRES



La risa se reparte
en cualquier parte
de la tarde
y las fisonomías.

Los dientes caen
a distancias unos de otros.
De modo que la alegría
desdentada
de los pobres
es casi una tristeza
que corre
entre labios de horizontes
cuya pesadumbre de sombras
llueve y gotea
permanentemente.

En cambio, 
el muro blanco
del reír de los ricos
es un castillo,
cuyos dientes altos,
firmemente enclavados
el uno junto al otro
tiene,
permanentemente,
los labios levantados.
Del mismo modo
que la locura,
infranqueable.

Amílcar Luis Blanco ("La risa", pintura de autor anónimo)

jueves, 16 de junio de 2016

SERES DE CRISTAL



Tengo las manos hechas de cristal,
los pies, el torso, los omóplatos,
hechos de cristal.

Como aquél licenciado de Cervantes,
el miedo de quebrarme
si me muevo
con demasiadas
convicciones.

La ciudad canta y ríe.
Exhibe sus caries mientras nos mastica.
Esos palíndromos de ilusiones,
nuestros halos de ángeles
siempre crédulos.

Cuánta ausencia demuele los rincones.
Cuánta violencia empuja las mentiras.
Mientras los labios y las gargantas
de prostitutas anónimas
consuelan a los deslenguados que se quejan.

Aqui andamos y vivimos,
libres,
en la ciudad que nunca tuvo dioses.
Como aquel licenciado de Cervantes
con cuerpos de cristal
y miedo de rompernos.

Amílcar Luis Blanco ("Casa de locos", oleo sobre tela  de Francisco de Goya y Lucientes)

jueves, 9 de junio de 2016

Frente al mar





¿El mar mirándola?
Ella mirando el mar.
La inmensidad y la distancia,
el agua en infinito,
irrumpen contra la roca transparente
de su alma
y mojan las arenas 
de su nostalgia.
No miran.
Son ciegos,
mar, inmensidad, distancia
e infinito.

De otro modo adivinarían
que hubo
adversidad entre ellos,
destinos dispares
partiéndose,  olas
bajo crestas de espumas.
Siente crespones blancos,
doliéndole en las latitudes
de los párpados,
reposándole en las calmas 
comisuras
de sus labios.
Pero el horizonte es ciego cielo,
ciega transparencia.

Cuatro labios volándose en las alas
de  gaviotas oscuras;
interiores de besos ciegos
ardiéndole en las sienes
mientras contempla el mar
y lo recuerda. 

La tarde es un cartón
en el que ella está sentada.
El mar sólo un alarde pastel
de azul.
Pero ella lo mira henchida
de ciegas transparencias.
¿Su soledad?
Apenas si se entiende.

Amilcar Luis Blanco ("Mujer mirando el mar", oleo sobre lienzo de Carolina Cañas)

domingo, 5 de junio de 2016

INSTANTE



Acaso en la república de la pantera rubia,
púdica lo esperara fumando en paños tibios
junto al discreto gato y soñara en anfibios
sitios imaginarios, techos para una lluvia.

Acaso en las volutas del humo y en la alubia
de la mágica historia crecederos alivios
tejieran la ternura de amaneceres livios
para besarse en tanto en lo externo diluvia.

Las volutas del humo del cigarrillo huyen
en el viento mojado mientras sola recuerda
sentada en esa cama los perfiles que fluyen

de los cuerpos volcados sobre la gruesa cuerda
de aquél amor salvaje y sus ojos intuyen
la ausencia para siempre en la humareda lerda.

Amilcar Luis Blanco

jueves, 2 de junio de 2016

LAS NOCHES








En la noches celestes se encienden los presagios,
ascienden voces, gritos, quejas, rezos, canciones,
tiempos vivaces, prestos, aguas, lentos adagios,
suben a los silencios y  las conversaciones.

En las noches de ahora guarda el ayer sus cantos
y suben desde siempre ondas y vibraciones
y sostienen la niebla, la sombra, mutaciones,
cincelando silencios con tristezas y encantos.

En las noches los dedos aprietan los instantes
contra trastes que cortan vibraciones en notas
y encaraman sus voces cordiales como gotas
que humedecen ausencias de mudos circunstantes.

En las noches los muertos simulan un regreso,
hunden tras las guitarras vasos comunicantes
y suben en las voces de cantores su exceso
de vidas ya pasadas y amores rutilantes.

Es decir, en las noches se cifran las distancias
augurales y antiguas que llegan del pasado
y anuncian porvenires que se han prefigurado
en un después y un antes de ciegas resonancias.

Todo asciende y trasciende desde la excelsa noche,
su negror se confunde con los fuegos del alma,
y una memoria plena de fiesta y de derroche
dibuja una esperanza de frescura y de calma.

No es sólo la tiniebla alternándose oscura
con la luz de la estrella fiel que nos ilumina,
también es lo continuo del rotar lo que inclina
hacia el filo del miedo del fin que reasegura.

Y las noches nos siguen sobre los empedrados
y desde las esquinas bajo esclavos faroles
nos atan al destino de sitios visitados
por pasos de gentíos de espectros y de alcoholes.




Amilcar Luis Blanco ("La noche estrellada", oleo sobre tela de Vincent Van Gogh)