Tengo las manos hechas de cristal,
los pies, el torso, los omóplatos,
hechos de cristal.
Como aquél licenciado de Cervantes,
el miedo de quebrarme
si me muevo
con demasiadas
convicciones.
La ciudad canta y ríe.
Exhibe sus caries mientras nos mastica.
Esos palíndromos de ilusiones,
nuestros halos de ángeles
siempre crédulos.
Cuánta ausencia demuele los rincones.
Cuánta violencia empuja las mentiras.
Mientras los labios y las gargantas
de prostitutas anónimas
consuelan a los deslenguados que se quejan.
Aqui andamos y vivimos,
libres,
en la ciudad que nunca tuvo dioses.
Como aquel licenciado de Cervantes
con cuerpos de cristal
y miedo de rompernos.
Amílcar Luis Blanco ("Casa de locos", oleo sobre tela de Francisco de Goya y Lucientes)
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