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martes, 28 de septiembre de 2010

Un catecismo para tontos

Cuyos catequistas más caracterizados, Joaquín Morales Solá, Ernesto Tenembaun, Alfredo Leuco, Pepe Eliaschev, Eduardo Van der Koy, Ricardo Kirchbaum,Mariano Grondona no se cansan de impartir acerca del matrimonio presidencial, machacando y machacando. Así los Kirchner serían reos de enriquecimiento ilícito, favorecerían sólo a sus amigos, serían culpables directos de los negociados que pudo haber hecho Ricardo Jaime,y los que emprendería Julio de Vido,se atreven a disentir con las sagradas interpretaciones de la ley de medios que ensayan los jueces al cautelar sin fin los poderosos intereses que piden su amparo - ¡Pobrecitos! -, quieren avanzar contra la libertad de prensa y apoderarse de la que consideran libre e independiente, ignorando, por supuesto, su condición monopólica y hegemónica y su constitución multimediática que propaga sin fin su catecismo. Si semejante ejercicio de retórica repetitiva no pudiera ser caracterizado como rito, en este caso me parece que diabólico, y asimilado a las letanías litúrgicas de la edad media, no se que pudiera parecérsele. Lo digo porque alguien, Martín Caparros, que no es de ellos pero que parece estar fastidiado con los juicios a los responsables del genocidio durante los años de plomo, dijo que no le gustaba ir a 6,7,8, porque sus contenidos eran reiterativos y se parecían a los de una religión y no a los de la crítica periodística. Yo en cambio creo que no hay peores letanías que las que los pillos suelen poner en escena para la picaresca política que hoy por hoy se practica todos los días.

sábado, 25 de septiembre de 2010

La temporalidad histórica

No es la que definieran Hegel o Niezstche, es, más cerca de Heidegger, no ubicable ni en el espíritu abstracto hegeliano, ni en el eterno retorno niezstchiano, sino en este ser en el mundo de cada uno de nosotros absorbiendo lo ajeno, lo otro, además irresistible y que nos llega de todas partes, de todos lados. La subjetividad histórica es la que nos toma y realiza con nosotros una suerte de edición momentánea pero anonadante a la vez, es la que nos da el perfil mundano del que no podemos escapar. Ese famoso lugar común de que pertenecemos a una época o estamos como impregnados de ella. Aún en una vida que se cumple desde la niñez a la ancianidad hay diferencias de subjetividad histórica ¿Cómo puede hablarse de una subjetividad histórica si la historia es una constante creación cultural, además permanentemente indefinida y no es creada por sujeto alguno? Lo cierto es que aquélla frase recogida por Ortega y Gasset en la Rebelión de las masas, del "no hacemos, se hace", lo anónimo y exento de compromiso de las actitudes de los habitantes de una época remite a este concepto de subjetividad histórica. De este concepto interesaría destacar que siempre se han, más o menos, caracterizado las épocas históricas y esas caraterizaciones han respondido al alma subjetiva de cada uno de estos períodos connotados por los historiadores. De modo entonces que el perfil de una época, la subjetividad propia de la misma, parecería volver cada vez por sus principios abriendo una nueva pregunta para que se la explique o se la ilumine. En esta época histórica podría hablarse de una subjetividad globalizadora o globalizante y también de un haber descubierto los velos que la nublan o que enervan y antes invisibilizan la posible acción de orientación humana sobre ella. Y estos fines humanos a la vez que servirían para trascenderla y mejorarla quedan envueltos en ese mutismo o invisibilidad. Será tema del siguiente artículo.

"Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos" (Pablo Neruda)

El verso del gran poeta chileno alude a la temporalidad. Los mismos seres humanos somos otros a medida que nuestro único tiempo vital transcurre. Niños, adolescentes, jóvenes, adultos y viejos, percibimos, sentimos, concientizamos, razonamos, en cada etapa con una subjetividad diferente. Y esa temporalidad subjetiva desde la que miramos cambia el mundo. En el tango "Acquaforte" su protagonista, ya viejo, observa a las "milongas" "dopadas de besos" con otros ojos, dice que en sus años mozos las miró con ilusión, pero en el momento de escribir la letra de su tango ya no las ve con aquéllos ojos: "estoy sólo y viejo, la vida se va". No se trata únicamente del contemplar de Jorge Manrique "como se pasa la vida, como se viene la muerte, tan callando", sinó sobre todo de ese mutismo, de ese sigilo, casi inadvertido con el que la joven ilusión se va transformando en resignación y esa resignación, esencial a la temporalidad del viejo, a su subjetividad, tiñe, colorea y anima otro mundo. Nuestra temporalidad afecta a nuestra subjetividad y nuestra subjetividad se vierte sobre el mundo y lo modifica. Nosotros transformamos el mundo con nuestra cada vez diferente manera de verlo, considerarlo, evaluarlo y juzgarlo. Nuestras diferencias no son así únicamente de criterios ideológicos o características psicológicas; entre las escalonadas generaciones que integramos nuestras diferencias pasan a ser de temporalidad. El tiempo adquiere así la categoría y la trascendencia de una virtud o cualidad inseparable de nuestro ser y, por consiguiente, del mundo sobre el que proyectamos esa temporalidad. Es la caida en el mundo a la que se refiere Heidegger. No solamente el ser se oculta y se encubre en la cotidianidad, también se retira y encubre en la temporalidad y cuando se manifiesta, a través de nuestros actos, opiniones o gestos, acentúa o pone de manifiesto el matiz se irá modificando hasta la despedida. Poero esta temporalidad no es tampoco únicamente subjetiva, es también histórica, o histórico cultural, ya que además de comprendernos individualmente nos aprehende también de un modo colectivo. Este será el tema de próximo comentario.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Como la MUCHA luz que DE la TORRE

Como la mucha luz que de la torre
antes que la mañana la atropelle
se apaga igual al día detenido en la rosa
hecha destello, mucha, se detiene, y, desmadrada, corre,
para que cada punta de la ciudad la selle
Vuela en el vasto cielo vertida en mariposa,
sobre intemperies fieras, iguales al deseo.
Libertad, noche y día, ardiéndole en antojos,
visible en lo invisible y hermosa hasta en lo feo.
Movimiento, camino, viaje incesante de ojos,
dedos tamborileantes, agudos, impacientes
y las plantas desnudas escapando en rastrojos,
de miedos, salas, calles, escaleras y puentes
Los sinsabores dinamitan poses
en la pólvora inquieta de su risa,
la seda de sus labios, sonríe a los adioses
y su audacia marchita el cáliz de la misa
los pasos, las campanas, los cirios y los goces.
Mucha es toda la vida
y el muy acaudalado mirar desde una torre,
pero también mucha es la herida
del vivir y sentir cuando se corre,
se camina, se baila, se sueña, se entretiene,
y hay voraces, sedientos, que coartan sin medida.
un Rimbaud adolescente que todavía nos tiene

viernes, 17 de septiembre de 2010

El universo fantasmático

Siguiendo con la idea del artículo anterior, el universo fantasmático es tanto el universo de fantasmas creado por los medios hegemónicos como el desplazamiento en acciones de esos personajes ficcionales, interpretadas por estos medios que tratan de crear y mantener continuamente una ilusión de verdad que campeé en ese mundo virtual, sostenido en los soportes de recepción de audios, imágenes o palabras impresas, cuyos destinatarios últimos somos los espectadores, oyentes y lectores. Es como los dibujos animados que alegraban y alegran la sedienta percepción de los niños, ávidos y absorbentes, recién llegados al mundo, consiguiéndolo porque ellos todavía no habitan del todo el mundo de la realidad. Sobre los adultos en cambio se yuxtaponen las imágenes que llegan de ese ámbito surtidor de artificios y la interacción con los otros seres en el mundo real. Semejante colisión, para no sumirnos en la perplejidad, pasividad o desesperación por impotencia, exige una constante vigilancia y trabajo crítico sobre el material que los medios vuelcan a mansalva en nuestras sensibilidadades y conciencias. Este marasmo entre lo fantasmático y lo real produce desorientación, anomia, pérdida de valores y, muy a menudo, un escepticismo o descreimiento que desemboca en estados depresivos.- Quiero decir que si la gran mayoría de desposeídos contemplan continuamente de cuantos bienes y servicios están excluidos, por ejemplo, la insatisfacción por lo que tienen les quitará la felicidad y la voluntad.- Ese sería uno de los efectos posibles, hay otros.- Como de lo que se trata, creo, mientras estamos vivos, es de defender nuestra alegría como propone Mario Benedeti en uno de sus poemas y evitar el efecto catástrofe, hay que procurar que se multipliquen las opciones y que las fuentes de sofismas con que se nos regala cotidianamente en esta sociedad consumística sean tan variadas y distintas como para que, ejercitando nuestros criterios, nuestros sensores sensibles y conscientes,podamos elegir de modo que nuestros ánimos no se deterioren de entre todos los mensajes aquéllos que no nos parezcan tan falsos y, promediar, lo fantástico con lo documental. Es decir, como en las comidas probamos sabores dulces, amargos, salados, agrios y etcétera, también nuestros vidas tenemos derecho a no convertirnos en fantasmas, a no transitar por un mundo fantasmático y a encontrar en el mundo real la dicha de ser y vivir.

martes, 14 de septiembre de 2010

Ciertos periodistas y sus fantasmas.

A Kirchner, desde la perspectiva de los autodenominados periodistas "independientes", no se lo juzga por lo que es o ha hecho, preferentemente. Se lo evalúa más bien por lo que otros personajes históricos han hecho mal y se proyectan sus sombras denostatorias sobre él. He leído o escuchado en los medios comparaciones con Hitler, la revista Noticias sacó en tapa una fotografía trucada mostrándolo con los bigotitos del furher, con Stalin, en el programa televisivo conducido por Alfredo Leuco con participación de Pepe Eliaschev, siempre aludiendo a una supuesta filiación totalitaria. Se olvida sin embargo que durante su gobierno no hubo represiones, ni muertos, excepto el caso de Fuentealba en Neuquén, bajo la gobernación de Sobish. Tampoco se recuerda que cuando intervino la provincia de Santiago del Estero llamó inmediatamente a elecciones o que juristas como Zafaroni, neto garantista y partidario del más estricto y pormenorizado control al poder punitivo del Estado, han llegado a la Corte Suprema de Justicia durante y merced a la gestión de Néstor Kirchner. Hoy sus problemas de salud parecen también dar oportunidad a Joaquín Morales Solá o a Carlos Pagni, desde las páginas de La Nación, para echar sombras sobre su futuro político, inventando una debilidad o fragilidad supuestamente causada por ese falso autoritarismo que se le atribuye. Los medios hegemónicos han creado así, por medio de sus plumas más caracterizadas, en realidad enfermizamente grandilocuentes, un fantasma, una especie de cuco político que jamás ha existido, pero que vive y se desarrolla en las calenturientas mentes de esos escribas, inspiradas en odios, preconceptos, intereses y culpas irredimibles de un pasado de terrores y genocidios. Es hora de que los protagonistas de la política argentina sean vistos sin esos velos distorsionadores de su personalidad y carnadura reales y actuantes, dejando de proyectar sobre ellas las sombras del pasado. Néstor Kirchner es hoy lo que es hoy y lo que ha sido durante su presidencia en el inmediato, casi inminente pretérito que todos llevamos puesto todavía a la hora de tener que decidir nuestra continuidad histórica y política. Su ser de carne y hueso, felizmente sano y ojalá que por muchísimos años para bien de todos, no es ese fantasma que pretenden los falaces escribas, alcahuetes de los intereses monopólicos a los que rinden pleitesía constante para asegurarse una vida cómoda y sin compromisos de transformación, es un estadista con todas las letras, republicano, democrático, firme en sus convicciones y programas de acción que ha sabido hasta ahora lo que quiere y cómo conseguirlo. Los titulares de los intereses para quienes escriben esos plumíferos preferirían un político dócil, permeable, timorato y pusilánime, inservible, inoperante, como los que abundan en la política argentina, pero que saben disfrazar su cobardía y aparentar, que pueden sentarse a la mesa de Mirtha Legrand e, incluso, darse la espalda sin sospecha. Ninguno de ellos se acerca siquiera a la carnadura real de Néstor Kirchner que representa a la gran mayoría, a seres que no tienen poder económico, social o político, o que sólo lo tienen a través de él como grandes multitudes inermes en esta nueva DEmocracia, verdaderamente representativa. Y eso, mal que les pese, lo verán en las urnas, en el 2011.- Como en la obra de Roberto Arlt, "El escritor y sus fantasmas", aquí y ahora, ciertos periodistas están devorados por sus propios fantasmas.

domingo, 5 de septiembre de 2010

La desrealización de la verdad

Los medios hegemónicas procesan la información y la desrealizan al engolfarse sus discursos en las intenciones y deseos que manifiestan para proteger los intereses de quienes los explotan ¿Qué quiero decir? Que las significaciones y sentidos que se le da a lo que pasa es siempre sesgado y subjetivo, entendiendo por subjetividad - si cabe - la que anima a los titulares de esos intereses como grupo homogeneo y coherente que necesita interactuar y expresarse para obtener metas, fines y resultados concretos. En una Democracia, hasta aquí, todo estaría bien y no sería reprochable. Pero cuando esa expresión de intereses concretos se apodera o pretende hacerlo del espacio radioeléctrico o televisivo para propalarse la extensión o cantidad de ese espacio debe ser proporcionada, no mayor, ni menor, en lo posible, al mismo y único espacio al que tienen derecho los titulares de otros intereses cuyos discursos son sectoriales, a veces, muchas veces, divergentes. Se trata de reprimir el monopolio o el oligopolio que tienen posiciones dominantes en el mercado de la información y la opinión. No sólo debe cuidarse que no haya censura previa por parte del Estado para publicar las ideas por la prensa o por los medios audiovisuales, como quedó plasmado en el mandato constitucional de 1853, se trata también ahora de impedir que un medio monopólico u oligopólico ahogue o anule las ideas diferentes o divergentes, en el caso con proscripciones materiales, que imposibiliten a otros publicarlas en la prensa o difundirlas por la radio o la televisión. La falta del insumo básico, el papel, en el caso de la prensa, cumple ese propósito obstructivo de la libertad de expresión cuando se retacea o cuando sólo los medios monopólicos tienen acceso al mismo. Esto es clarísimo, más allá de los dimes y diretes, los chusmeríos, que los medios privilegiados por el dominio de ese bien básico, el papel, avivan y alientan para enturbiar el mundo de valores simbólicos en que se desenvuelve la ética de la sociedad en el aquí y ahora. En este contexto llegar a esclarecer debidamente la verdad en el caso del traspaso de acciones de Papel Prensa de los Graiver hacia la sociedad conformada por Clarín, La Nación y La Razón, respecto de la connivencia entre estos tres diarios y la junta de comandantes del proceso es esencial por una doble motivación. La primera es que la concreción del autoabastecimiento en materia de pasta de celulosa y papel no significara simultáneamente el establecimiento de un monopolio en beneficio del establishment, y, si a eso apuntó y parece que fue así, entonces está bien que una ley de la Nación termine con esa injusticia garantizando la concurrencia al mercado de todos los medios en pie de igualdad en materia de precios, cantidades y calidades, y, la segunda es que si se trató de un despojo conseguido mediante torturas, chantajes y privaciones ilegítimas de la libertad, sin forma de procesos judiciales, en el marco del terrorismo de Estado, y parece que fue así, quienes obtuvieron esta ventaja desmedida y sobredimensionada en perjuicio del conjunto social, cometiendo delitos de lesa humanidad, el entuerto debe ser deshecho y el equilibrio restablecido en beneficio de todos. Aquí cobra vigencia y actualidad aquella frase tan recurrida y tan cierta: "sólo la verdad nos hará libres", ya que, como escribiera Mariano Moreno: "Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que debe y lo que puede, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y, después de vacilar entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruír la tiranía".-