Como la mucha luz que de la torre
antes que la mañana la atropelle
se apaga igual al día detenido en la rosa
hecha destello, mucha, se detiene, y, desmadrada, corre,
para que cada punta de la ciudad la selle
Vuela en el vasto cielo vertida en mariposa,
sobre intemperies fieras, iguales al deseo.
Libertad, noche y día, ardiéndole en antojos,
visible en lo invisible y hermosa hasta en lo feo.
Movimiento, camino, viaje incesante de ojos,
dedos tamborileantes, agudos, impacientes
y las plantas desnudas escapando en rastrojos,
de miedos, salas, calles, escaleras y puentes
Los sinsabores dinamitan poses
en la pólvora inquieta de su risa,
la seda de sus labios, sonríe a los adioses
y su audacia marchita el cáliz de la misa
los pasos, las campanas, los cirios y los goces.
Mucha es toda la vida
y el muy acaudalado mirar desde una torre,
pero también mucha es la herida
del vivir y sentir cuando se corre,
se camina, se baila, se sueña, se entretiene,
y hay voraces, sedientos, que coartan sin medida.
un Rimbaud adolescente que todavía nos tiene
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