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martes, 28 de noviembre de 2017

PULSO AZUL ( A Alejandra Pizarnik, a su memoria)






Se puebla de alegrías diminutas
el interno exterior de mi ventana,
un pulso azul sin orden se desgrana
y el cielo estalla en puntas absolutas.

Y vos  con tantas melodiosas frutas,
con una muerte tibia tan temprana,
te aparecés un día de ocio y de mañana.
Tus ojos dos infancias, endiabladas, astutas.

¿Cómo eludir la fría hoguera de tus sombras,
escapar de tus miedos afilados,
de tus filas de lutos servidos sobre alfombras?

Tus infancias desbordan de tus ojos cerrados,
ahora y en la hora en que ya nada nombras
y "tus muertos" no siguen tus derrotas ni estados.

Amílcar Luis Blanco

Combinaciones



Laxo, junto al costado partido del origen,
quiero decir, contra tu espalda,
entre tus muslos tiernos y tus piernas,
soy hombre sangre, soy silencio rojo.

Siento la cerrazón profunda de la sombra,
la tierra como un vasto laberinto,
la ceguera del sol, lo que se opaca,
el gris de la ceniza.

Las preguntas de pronto palidecen,
de pronto se acomodan y descansan
junto a la paz sedienta de los cuerpos.





Amilcar Luis Blanco "Retrato de familia", oleo sobre tela de Lucian Freud)

viernes, 24 de noviembre de 2017

SANA MOLICIE



Ando en la casa, con burgués estribo.
En la quietud frugal de mi honda fortaleza
vestido de gañán pongo la mesa,
leo o miro tevé, duermo o escribo.

En la sana molicie me desvivo.
Mi mujer me acompaña. Mi pereza
me proteje de un mundo que no cesa
de producir su espanto sucesivo.

Me aparto del estrés, de vorágines, gritos.
Voy al patio a mirar pasar las nubes,
a sentir en mi cuerpo el viento y sus pruritos.

Armo con mis fantasmas innumerables clubes.
Transformo mis deseos en confortables ritos.
Pueblo mis soledades con damas y querubes.

Amílcar Luis Blanco ("Linda querubin", pintura al oleo digital de DIY)

domingo, 19 de noviembre de 2017

LOS DESEOS





Los deseos partidos,
repartidos.
Los deseos urgentes.
Los deseos calientes.
Los deseos servidos en bandeja.
Y los abandonados,
que se dejan.
Y los malos deseos.
Y los buenos deseos.
Y los deseos lindos.
Y los  feos.

Lenguas, labios,
mejillas.
Y máscaras sin rostros
y escabios
y semillas.

Andan como rastrojos
obvios
rojos.

Deseos infantiles.
Deseos viscerales.
Y brutos, insolentes y carnales.
Inconfesablemente de seniles,
astutos, envolventes o gentiles.

Como si los deseos fueran ojos.
Como si los deseos fueran manos.
Como si los deseos se plasmaran
en raudos ejercicios intensos y livianos
de guitarras, tambores y de pianos.

Afín con los deseos de fuegos y cenizas.
Afín con los deseos de aguas y de vientos.
Los que nos llevan de narices en sus prisas.
Los que tensan las sangres desde adentro.
También los de orinar que ni te cuento.

Y los que más preocupan y desgarran,
de libertad, salud, techo, pan,
los que amarran
y vuelven como pájaros heridos
a la nostalgia absurda de sus nidos.

Amílcar Luis Blanco (Pintura de Carolina Antoniadis)




SER


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Aquí, en este sueño, con la luz de mi frente,
sostengo mi contorno entre la niebla
y disipo mi muerte que se puebla
de mi vida posible o inmanente.

En cada instante vuelvo diferente,
mi cuerpo en llama ardiendo en la tiniebla
y pongo en lo caótico la regla
de ser esto que soy, luz que se siente.

Iluminan mis manos, iluminan
mis piernas y mis pies, mis ojos fluentes
todo mi alrededor cuando caminan

y aferran y escudriñan y son fuentes
que se surten de mundo y lo conminan
a ser para irradiar sus continentes.

Amilcar Luis Blanco (Pintura de Wassily Kandinsky)

jueves, 9 de noviembre de 2017

HOMBRE Y CIUDAD




Experto en el sufrir,
ansiosamente, 
afantasmándose en los arrabales,
en esquinas y tiempos y cafés ateridos,
tirándole a la suerte,
siempre mezquina y ventajera,
sus instantes de goce solariego,
el hombre,
ciudadano, jugador, amigo nuestro,
vuelve a quitar sus manos del tapiz de sus sueños.

Envuelta en niebla la ciudad respira,
ebria de emanaciones y lluvias mal curadas
y renguea por todas sus calles y caminos
y suda con trabajo la luz de sus trajines,
sus soles y sus lunas;
raudos amaneceres y ceñudos ocasos.
Envuelta en odio y miedo por las noches
y por las tardes en menudos llantos.

Hay raices a borbotones, coagulos de su sangre,
pedazos de personas conspicuamente suyas
en los cementerios, hospitales, cárceles 
y sobre todo en trenes atestados a la hora del cierre,
cuando los canillitas voltean sus pulmones
y los claxons de las bocinas, rugidos de motores,
acatarran el viento flameando entre las ropas tendidas
y las banderas sin tiempo ni sentido.

Entonces el hombre muerde su abandono,
pita su cigarrillo, sorbe su soledad con gusto a yerba.
Entonces el hombre se convierte en cuento,
ya sea que camine 
o se siente en el banco de una plaza
a imaginar una libertad que nunca tuvo,
a imaginar una vida que ya no tiene
y que no tendrá nunca.

Amilcar Luis Blanco (Pintura de Edward Hooper)

sábado, 4 de noviembre de 2017

LLUEVE




Llueve  sobre nosotros.
Llueve frío.
Llueve ausencia voraz.
Llueve destino.

Y cerramos los párpados transidos
y los labios culpables.
Urgimos nuestras frentes cuando cazan
y fruncimos los ceños como si fueran bosques.

En el día de ayer ya no llovía.
Hubo fuego en el alma y en los ojos.
La pasión naufragaba
en papeles y pólvoras mojadas.

Sobre nosotros navegaba el río.
El mar nos esperaba.
La ciudad había envejecido
de tanto mirarnos.

¿Y esta lluvia tenaz que lagrimea
detrás de las ventanas
y golpea las chapas con puños transparentes,
acaso nos persigue?

¿Quiere hablar de nosotros sin nosotros,
en tercas soledades,
allí donde los trastos se amontonan
y el tiempo hiere al tiempo?

Amílcar Luis Blanco

ESPERANZA



La relación del mar con la palabra,
el diálogo del viento con el río,
la constante noción de lo sombrío,
con la esperanza de la luz se labra.

Confiar absurdamente en que se abra
un horizonte, un cielo sin hastío,
sin sufrimiento vano, tuyo o mío,
sésamo, llave, clave, abracadabra,

es la ilusión de aquéllo tan deseado.
El paraíso aliviador. La ausencia
de esta tensión tenaz de la conciencia

tan cargada de  penas y pasado.
Un corazón cargamos, desolado.
Una culpa sin tregua ni clemencia.

Amilcar Luis Blanco (Pintura de Oswaldo Guayasamin)