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jueves, 25 de febrero de 2016

DESTIEMPO



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Vos porque vas
yo porque  vengo.
Nadie queda en un sitio
pues no hay sitio
sino delirio.

Eso me decía ella.

El viento es el que sabe,
decide las tormentas
y las calmas.
El viento sólo
el viento solo.

Ella me lo decía

Se deshoja sin fin la margarita
y los días también como las flores
echan cáscaras frágiles
obseden
la luz de las guitarras.

Siempre le creía.

Vas porque sos
y vienes por el trazo
del sol cuando se orilla
entre la sombra.

Me hacía sentir un niño.

Nosotros no contamos.
Lo que cuenta es
el río silencioso
y sus bordes de sombra.

Parecía muy vieja
y era una pendeja.

Los ojos ya caídos
se leen a destiempo
y siguen vivos
ablandando las lentes.

También me dijo eso
y no quiso explicármelo.

Ella se sentía desnuda
y contemplaba el mundo
desde su desnudez
sin inmutarse.

Eso lo supe.

Su cuerpo estaba hecho
de luz sólida
y reverberaba
desfachatadamente.


Amilcar Luis Blanco (Pintura de Vladimir Kush)

miércoles, 17 de febrero de 2016

BAILAR.




Vuelvo a la cerrazón de la distancia,
ácido, hacia mi trémulo entrecejo,
dudo en la luz y el ver; los ojos dejo
hechos cielo y mi olfato hecho fragancia.

Mis manos espabilan la ignorancia
de la escasa destreza que manejo.
En cambio mis oídos hacen viejo
mi melómano ser y su arrogancia.

Bailar, oír, dejar que el cuerpo avance
sensual, abandonándose en latidos
y girar entre risas y miradas.

Un tenue remolino en cada lance.
Vibrante pandereta de sentidos.
Cimbreante de caderas y pisadas.

Amílcar Luis Blanco (Pintura de la serie Gentes de Diego Manuel)


miércoles, 10 de febrero de 2016

ESTAR




"Sólo mediante el tiempo el tiempo es conquistado"
T. S. Eliot

Estar aquí es estar en infinito,
siempre.
Detrás está el pasado,
adelante el futuro;
ambos en el presente que transcurre.

Aquí en cada rincón, en cada esquina,
reluce el infinito
y nos empuja en hombros de un auge proceloso,
de una corriente pura de relámpago.

Para poder vivir nunca cesamos.
Somos una vanguardia torrentosa.
La del agua que cae en la cascada
y explota contra el canto de la roca.

Somos sin ser jamás,
aquéllo que huye.
Una velocidad que se desviste
de todas sus silentes soledades
y acelera su anclaje de infinito.

Amilcar Luis Blanco  (Pintura al oleo de Gilberto Farías)

jueves, 4 de febrero de 2016

LUTO





Yo le pongo mi luto a la esperanza,
perdonenmé los esperanzados,
los optimistas de toda laya.
Es hora de que crucemos
el solar verde
con las oscuras cintas de la desgracia.

En lo alto flamea la bandera pirata,
la que lleva calavera y tibias blancas
sobre el negro 
y endurece las ráfagas
y consigue que ni siquiera el viento la distraiga.

La fatiga pone sus huevos
y de sus cáscaras rotas salen los fantasmas,
los fracasos crueles,
las muñecas y los tobillos aherrojados
de los esclavos negros fenecidos.
Y de la idiotez humana salen
los absurdos genocidios de las guerras absurdas.

Sombras hay en nosotros.
Brunos pelajes de  brutos.
Y ese estigio café que nos bebemos
nos deja su tiniebla en las gargantas.
Por eso nuestros ojos anochecen
porque hay presagios agoreros tras la luz que los hiere.

El luto es la prudencia del saber que se muere
y dejar las señales circunspectas
los ramilletes de flores o cintas
negras 
como las moscas y las sombras.

Y hasta la muerte de la lírica,
la de la rosa rosa en la mano de la doncella desnuda,
que sume la barbilla de su pequeña testa
sobre el rosado ebúrneo de sus pechos,
aparece cubierta por la cabellera azabache;
el abundante luto de la especie.



Amílcar Luis Blanco ("La muerte de la lírica", oleo sobre lienzo de Pedro Sáenz Sáenz)

martes, 2 de febrero de 2016

Nieblas del Riachuelo - Edmundo Rivero

HAY UN BARCO




Hay un barco y un río reunidos
y una vigilia ajena,
tensa desde las manos del agua.
Un darse limpia,
líquidamente,
del agua crecedera
cayéndose 
en casi horizontal cascada,
hacia un mar que no vuelve.

El corazón de los buenos se ofrece.
La sangre misma se transparenta
para darse a las manos callosas
de los trabajadores,
a los rostros curtidos de sol y viento,
de los trabajadores
estibando los bultos como lápidas
contra el peso de la vertiginosa brisa.

Hay un barco y un río reunidos
esperándolos, esperando
en la tensa vigilia del agua creciente,
en la soltura transparente
dilapidándose sin remedio,
partiendo el claustro sangriento del ocaso.
Quién  no se abrillanta queriendo navegar.
Quién  no quiere poner proa 
rumbo a la felicidad.

Abordarlos
al barco y al río
sería navegar hacia  fuentes
de hontanar  infinito
donde las  nostálgicas angustias
descompondrán su prisma en alegrías 
y un caleidoscopio de corazones
recibirá a los navegantes.

Porque al haber un barco y un río reunidos
hay también la posibilidad
de una partida infinita,
de un adiós para siempre
desde la incertidumbre que hoy vigila tantos brazos
y los tañe y golpea
como un enorme badajo
hasta una felicidad de campanillas sin sonido.

Hay un barco y un río iluminados hacia la matriz de la esperanza,
hacia ese mar que no regresa nunca porque el agua es la marcha,
el irse para siempre sin entretenimientos ni tardanza,
quebrando la tiniebla y el ocaso rojizo y el augurio de nieve de la escarcha.

Amílcar Luis Blanco  ("Atardecer luminoso", oleo sobre tela de Benito Quinquela Martín)