Vuelvo a la cerrazón de la distancia,
ácido, hacia mi trémulo entrecejo,
dudo en la luz y el ver; los ojos dejo
hechos cielo y mi olfato hecho fragancia.
Mis manos espabilan la ignorancia
de la escasa destreza que manejo.
En cambio mis oídos hacen viejo
mi melómano ser y su arrogancia.
Bailar, oír, dejar que el cuerpo avance
sensual, abandonándose en latidos
y girar entre risas y miradas.
Un tenue remolino en cada lance.
Vibrante pandereta de sentidos.
Cimbreante de caderas y pisadas.
Amílcar Luis Blanco (Pintura de la serie Gentes de Diego Manuel)
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