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viernes, 31 de mayo de 2024

EL HECHIZO

 





Yo sé que nadie romperá el hechizo.

La mágica ternura de quererte.

La ansiedad desmedida que al no verte

me expulsa del deseado paraíso.


Yo sé que estás distante. Y me deslizo

por el tortuoso azar que al no tenerte

en la porción aciaga que la suerte

podría habernos dado y nunca quiso


me dejó esta ternura al recordarte,

me dejó esta pasión desnuda y sola

Y el absurdo de amarte


en esta soledad que al fin me inmola

 y cuando va por vos, al evocarte, 

se quiebra como el agua de la ola.


Amílcar Luis Blanco  (Pintura de Gustav Klimt)

viernes, 3 de mayo de 2024

Año de nacimiento.(Memorias)

 



Nací en el año de la melancolía;

1947.

El jazz era lento entonces

Y aquí, en Buenos Aires,

alardeaban

las orquestas típicas tangueadoras,

del Marabú, el Tibidabo, el Tabarís,

Troilo y el viento de su bandoneón,

Di Sarli y sus pianazos gravísimos

el discretísimo y puntual Pugliese

y el folletinesco copetinero de danzarines,

quiero decir D`arienzo…

Piazzolla comenzaba a volar

desde el sótano de sí mismo

 

Entonces la candente guerra se enfriaba

Después de Hiroshima y Nagasaki

La culpa todavía ardía y humeaba.

Estaba en carne viva

Y los que nada decidían estaban melancólicos

porque los rodeaba o la presentían

como la fémina más pretenciosa

a la que le deberían pleitesía sin fin

Entonces la música bajaba suave desde el Norte

Donde los mancos de cuerpo y alma eran unánimes.

 

Nací entonces como muchos otros,

parido por la culpa y por el miedo,

hijo de un desencuentro,

como fue el de mis padres.

La hipocresía presidía reuniones consulares,

encuentros periodísticos

y las verdades circulaban,

envejecidas y sin fuerzas,

en conversaciones de locos.

Pero las radios se desgañitaban

Hablaban para todos, es decir para nadie.

El estallido había silenciado hasta los gritos.

 

Nací entonces el año siguiente a la esterilización

A la Waste land de Eliot

Cuando hasta las sombras huían de los cuerpos

 

 

para ingresar a las tiendas de modas

o se recluían y repatingaban para leer

complacidas a los literatos épicos o románticos

que las ayudaban a olvidar su tenebrosa condición:

la de estar muertos y seguir conduciendo automóviles

o yendo al cine las tardes de los sábados,

vistiéndose a la moda y sonrientes,

como estrellas de una película de Hollywood.

 

Amílcar Luis Blanco


Allí donde nos encontrábamos nos desencontrábamos …

 



 

 

Allí en la pólvora sedienta de sus pasos

era donde mi suerte se derrumbaba cayendo al precipicio

allí donde la tuve mucho de no tenerla

y traté de exprimirle los siglos que la demudaban

En esa aurora sonrosada de sus sentimientos

ella cayó porque me esperaba

sin advertir mi corazón y las concéntricas corolas

que lo desangelaron capa a capa hasta dejarlo en agua de cebolla

Mientras ponía mi dedo en su llaga

y había una devoción de heridas flameando como banderas

indiferenciándose a lo largo del ruido de los trenes

cuando desaparecen en pos de itinerarios hacia la lejanía

y hay un tumulto terco golpeando la distancia

 

En multitud de cejas indefensas las noches caían como aceros

como tajos y atroces despertares y filos de hielo

y canoas de besos partidos y cuerpos convertidos en sombras sólidas

eran noches sin sueños ni descanso vejándonos a gritos

golpeándonos a palos de soledades y silencios

a penas contagiosas y a jugar sin resuellos a ser ciegos

a ser sordos y mudos guardándonos los gritos y las quejas

adentro de la carne y el dolor de la carne por no morir del todo

allí nos fuimos todos hasta ser devorados.

allí la muerte vino a saludarnos

hasta olvidarnos por completo

sin animarse a sacudirnos el polvo de la desgracia.

 

Amílcar Luis Blanco