La soledad es hueca,
certeramente hueca,
lánguida,
construída
de vacío de alma
propia.
Pero no despoblada
de los otros.
Los recuerdos
la pueblan
de ansiedades y desgracias
en las que, junto a otros,
vivimos
esas risas a par
y esos dolores
a impares.
La soledad es
además
subjetiva,
profundamente
narcisista.
Sólo para cada uno,
solo.
Aunque pueda blandirse
por algunos
como feroz espada,
con su filo de culpa
dirigida
a la paz de los otros.
La soledad es también
un río de tristeza
despeñándose dentro
y un engañoso affair
con la ternura.
Un lío de ilusiones
mal atadas,
lleno de cabos sueltos
e inútiles denuedos
por componer la edad
frente a un espejo
que nunca nos recibe
complaciente
porque ilumina siempre,
con luz cruda,
lo que nos hace el tiempo.
Amílcar Luis Blanco (Pintura de Edward Munch)
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