
En la palabra pongo el alma entera,
la sed, el horizonte y el amor
y la creciente luz, la primavera,
el latido del pájaro, el labio de la flor.
Humanizo mis letras desde el alba
hasta un ocaso de honda rojedad
y encierro entre los párpados la malva
tristeza del cansancio y de la edad.
Un escribir atento me deslíe
sobre luces y sombras cada tarde
y la luna distante se sonríe
mientras la llama del poniente arde.
Y hay gozo por libar en cada estrella
esa fría blancura y me estremece
en la trémula sombra la centella
del fuego de vivir. Mi alma crece.
Y al describir el viento todo cielo,
y aspirar claridades ya sombrías
y levantarme a la altitud del vuelo
asciendo hacia encumbradas graderías.
Dejo la tierra y sus variables bienes.
Dejo mar y montañas y llanuras
más abajo, cortando los retenes,
y transcurro por diáfanas alturas.
Y pongo en la palabra el puro empeño
y trabajo la pena y su diamante,
mirandolá como se mira un sueño
del sentimiento siempre equidistante.
Cautivo la voluble hipocresía;
esa mujer de lúdico ejercicio.
Y la atrapo como a una melodía.
Y a su pasión le quito el vano vicio.
Vislumbro la verdad tras el combate,
porque ilumino el ser que la sostiene.
Hilo vocablos para dar remate
sintáctico a la frase que los tiene.
No es facil escribir, lo sabe el viento
al intentar hablar tras las ventanas,
danzar en las cortinas e imitar un aliento
o gritar en los trigos y emular a las dianas.
Lo sabe el escozor y en la cintura
el rígido dolor y la cabeza
volcada hacia el maná de la escritura
si su milagro líquido no cesa.
Y entonces al hablar pienso y escribo
y converso mi estar entre la gente.
Cuando a otros contesto hablo conmigo
y dibujo un lenguaje sentido y elocuente.
Amilcar Luis Blanco (Pintura de Frida Kahlo "Autorretrato dedicado a León Trotski")