De un patio en un bajo fondo
escucho mi corazón;
sus latidos acompasan
en el silencio redondo
las voces de un bandoneón.
Mis pies, mis piernas, mis brazos,
se vierten en vos mujer
y hallan pistas nuestros pasos
y cuerpos nuestro placer.
Mi mano siente en la palma
el calor de tu cintura
y en mi mejilla es tu alma
la que late tibia y pura.
El tango nos emborracha
de trémolos y vibratos.
Nos ilumina y nos tacha
y nos enreda en sus tratos.
Bailando me han de encontrar.
Bailando me hago sentir.
Espada para ganar
este truco que es vivir.
Tu brazo en mi hombro posa
y las delicadas yemas
de tus dedos hacen glosa
sobre mi nuca de gemas.
Amílcar Luis Blanco
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