¡Qué cerca estás, qué cerca, pero también qué lejos!
Ya no puedo aunque quiera quitarte de mi vida
porque tus ojos pardos me observan sin medida
y los veo mirarme en multitud de espejos.
¡Qué vidas nuestras vidas, vertidas en reflejos!
Viajando hacia las sombras y hacia la despedida
amándose y doliéndose al correr de una herida
abierta tras los muros de nuestros entrecejos.
El amor nos mantiene. Su salario es de luces,
de voces y de ruidos y pájaros y cruces
despierta nuestros días, rutinas y trabajos.
Es el motor que zumba y mueve nuestros brazos,
El corazón nutriente hasta el caer de bruces
en la materna sombra que librará los lazos.
Amílcar Luis Blanco ("Amor y dolor", oleo sobre tela de Edward Munch)
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