La soledad latiendo entre silencios;
su corazón de la pared pendiente.
El ojo numeral vuelto hacia dentro
del transcurso interior
no se detiene
y desde cada instante a cada otro,
velozmente transidos, proyectados,
así nos desplazamos,
tan sigilosamente destruyéndonos,
derramándonos y ciegamente vigilados
por el testigo; ese robot construido
de metales y flejes y poleas,
un visceral objeto sin embargo
que nos marca la vida
dando la nota seca y monocorde
en el centro conspicuo
de este mundo en concierto
hasta que gire el último compás
en descubierto.
Amílcar Luis Blanco ("Reloj blando", oleo de Salvador Dalí)
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