“Un albañil de sangre, muerto y rojo,
llueve y cuelga su blusa cada día
en los alrededores de mi ojo,
y cada noche con el alma mía,
y hasta con las pestañas lo recojo”.
Miguel Hernández, de su poema “Sino sangriento”
Más allá del esfuerzo, la impotencia, la duda,
mi corazón sostiene la andanada del mundo
Y él es sí lo cordial, la cuerda tensa
sostenida en el pulso,
en el vibrante paso de la sangre que piensa.
Es el ausente paso de la sangre que pasa
y atraviesa la niebla, el descontento,
la espesa pesadumbre;
lo que oxida y desgasta
y lleva a la quietud absorta de la piedra.
Mi corazón, la frágil maravilla
del latido viviente
y su fiel asistencia, sosteniendo mis actos,
mis emociones turbias o claras, mis deseos,
me mantiene en vigilia sobre el potro del día.
“Albañil de mi sangre”, como dijera Hernández,
el obrero que tira de la noria del tiempo,
y me hermana en destino con otros corazones
y destila su insignia de roja reciedumbre
en el cruel alambique del azar y la nada.
Amílcar Luis Blanco (Pintrua nardista, publicada por Darkness)
quien pinto?
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