Cuando la noche llora en la ciudad.
Llora mal de impotencia aunque arda en brillo.
A veces su alma grita con un furor de grillo.
Y en hondas arboledas esconde su orfandad.
El agua tiene cielo y el aire soledad.
Y la lluvia, la lluvia, propaga su sencillo
canto de sombra y de sonoro anillo
cercando los instantes de pura eternidad.
La lluvia pinta ojeras en fachadas y umbrales.
Pinta charcos y vela o alumbra los espejos
y suelta claroscuros en chapas y en metales.
Las penumbras celebran la luz en los reflejos.
El agua y sus vapores en líneas verticales
encarcelan tristezas en oscuros cortejos.
Amílcar Luis Blanco (Galería Keve)
Ebria de oscuro llanto la ciudad permanece
Bajo el espeso peso de la lluvia en lo oscuro
Paraguas y perramus desfilan en su apuro,
huyen de sus angustias y del miedo que crece.
Hay demasiada muerte y todo se estremece.
Sin tiempo para el luto. Estamos contra el muro
La plaga se propaga en el espacio puro
y la luz todavía con luz nos favorece.
Y digo todavía porque a muchos la vida
Nos da tiempo de vernos y soñar con uniones.
Y nos alarga el día para ocupar funciones.
Allí donde antes hubo abrazos sin medida.
Allí donde reímos y ahora está la herida
dejada en las gregarias y asoladas reuniones.
Amílcar Luis Blanco (Pintura de Camille Pizarro)
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