Todo muere y decrece en el olvido.
Nuestro todo que es nada.
Cuyas orillas son nuestra mirada.
Todo guarda un extraño sin sentido.
El mundo está en nosotros. Lo perdido
teje una ausencia siempre en retirada.
Huye, es el tiempo, es la descuidada
costumbre, la palabra, el vano ruido.
Nos vamos deslizando, nadie atiende
el grito de socorro y la garganta
se envuelve en el silencio que la espanta.
La soledad es una espada y pende
sobre la luz que oscila y se defiende
de la sombra interior que la atraganta.
Amílcar Luis Blanco (Oleo sobre tela de Edward Munch)
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