El húmedo silencio fugaz de la mañana
y el mar en la bahía dando su plomo lento
bajo la fosforescencia de la niebla temprana
y el vaivén de barcazas ancladas y sin viento.
De Río a Niteroi trozos de firmamento
desocultan casillas, calles, pobreza humana.
La claridad impone tristeza al sentimiento.
Una tristeza inútil, evanescente y vana.
Sólo soy un turista que está en Copacabana
sobre la gran bahía, su puente y aprovecho
para ver dos ciudades y equilibro en mi pecho
de Niteroi su angustia, de Río una nirvana;
la de ser el que observa sin padecer y gana
de ese corto momento un placer contrahecho.
Amílcar Luis Blanco
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