Hoy dejemos de hablar para mirarnos,
para dejar caer en nuestros ojos
esa silente sucesión de antojos
que Dios puso en nosotros por amarnos.
Hoy entremos al hoy, a preguntarnos
por qué entre lánguidos latidos rojos
anudamos espinas en manojos,
en deseos sin fin, sin entregarnos.
Al casto amor rendimos pleitesía
Trágica luz de luna lo adelanta,
virginal y asexual y allí lo imanta
como duelo sin cuerpos, como vana alegría
de darle a nuestras almas la muerte y la poesía
de un casto amor latiendo en la garganta.
Amilcar Luis Blanco (Pintura de John Everett Millais, "El amor trágico", oleo sobre lienzo)
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