Cuántas sílabas rotas,
cuánta mudez
sobre el gris empedrado.
Cuánta vejez
y lágrimas ignotas
vertidas en ubérrimo pasado.
Quisiera un mar
que penetrara esta chatura,
bordes acantilados.
En un abierto bar
una cintura
de mujer
y palabras, naipes, dados.
Cuánta vejez
y lágrimas ignotas
vertidas en ubérrimo pasado.
Quisiera un mar
que penetrara esta chatura,
bordes acantilados.
En un abierto bar
una cintura
de mujer
y palabras, naipes, dados.
Hombros en argamasas,
tejados hechos testas
cubos, planos, aristas.
Y ruidos de billares y de platos y tazas,
de quinielas, de sumas y de restas
y labios y miradas y conquistas.
Quisiera un viento
hecho de sal y canto
que interrumpiera la monotonía.
Brillos de luz y agua en el cemento
risas, trémulos llantos,
sonidos en vibrante sinfonía.
Y ruidos de billares y de platos y tazas,
de quinielas, de sumas y de restas
y labios y miradas y conquistas.
Quisiera un viento
hecho de sal y canto
que interrumpiera la monotonía.
Brillos de luz y agua en el cemento
risas, trémulos llantos,
sonidos en vibrante sinfonía.
Un caminar puntea,
acompasando su tamborileo
en la noche callada.
Una flor se marea
y alrededor propaga su mareo
como un girar de espada.
Quisiera tempestades
sacudiendo la sombra
para poblar de gritos el mutismo.
Se iluminen rincones y oquedades
y que un vuelo de alfombras
se alce triunfal desde cualquier abismo.
Una flor se marea
y alrededor propaga su mareo
como un girar de espada.
Quisiera tempestades
sacudiendo la sombra
para poblar de gritos el mutismo.
Se iluminen rincones y oquedades
y que un vuelo de alfombras
se alce triunfal desde cualquier abismo.
Antigüedad de voces apagadas
y pasos sobre el suelo ceniciento.
Ronquera de horizonte.
Rutilantes estrellas, cinceladas,
gemas en el violáceo firmamento.
Lejana la frontera de Caronte.
Quisiera a Poseidón
blandiendo su tridente;
puliéndola en el celo de su magia.
Y aseste en un torreón
al mar de su edilicia frente
la urbana intensidad que se contagia
Rutilantes estrellas, cinceladas,
gemas en el violáceo firmamento.
Lejana la frontera de Caronte.
Quisiera a Poseidón
blandiendo su tridente;
puliéndola en el celo de su magia.
Y aseste en un torreón
al mar de su edilicia frente
la urbana intensidad que se contagia
Y veo en cambio celosías cerradas;
sin miradas de espera
saliendo hacia la calle.
Intrigas quiero en cambio, solapadas,
detrás de los visillos de madera
espiándose voraces y al detalle.
Deseo la ciudad en movimiento
con sus luces ardientes,
palpitante y desnuda.
Voluble, acariciada por el viento
en todas sus porciones emolientes,
audaz, lúbrica y ruda.
Intrigas quiero en cambio, solapadas,
detrás de los visillos de madera
espiándose voraces y al detalle.
Deseo la ciudad en movimiento
con sus luces ardientes,
palpitante y desnuda.
Voluble, acariciada por el viento
en todas sus porciones emolientes,
audaz, lúbrica y ruda.
No edificada en sombras y bloques de fracaso.
No ofrecida al embate acucioso, letal, de la rutina
No entregada jamás, fatal, hacia un ocaso
No entregada jamás, fatal, hacia un ocaso
que con su cirio alumbre senectudes de ruina.
Amílcar Luis Blanco ("Paisaje urbano" pintura de Mario Sironi)
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