El viento con su cuerpo de transcurso
y sus deseos de velocidades,
sus gargantas cargadas de gritos,
aullidos y sirenas y rumores.
Metiendo manos, dedos, intenciones,
en puertas y ventanas,
amenazando torrencial las chapas
de cobertizos, claxones, galpones.
Los caballos del viento más allá, sobre olas,
sobre campos y aristas bruscas en las ciudades,
restregándose lomos densos de transparencias.
Saboreándose solo sales de soledades.
El viento entre tu pelo destejiendo penumbras,
cerniéndose en las bocas voraces de tormentas
y removiendo sábanas y ropas tendidas de alma a alma
y de brazos a brazos y de torsos a torsos.
Con una voz de auriga desesperadamente,
llamándonos, llamándonos, hecho nervio y campana.
Levantando la arena, los papeles mendigos
que ruedan en las calles pidiéndonos amores.
El viento más que humano, con sílabas de humo,
formándonos palabras de risas y de llantos
escalando en collares los colores del cielo
de la tierra y las lluvias, inquietando las frondas.
Amilcar Luis Blanco (Pintura de Vladimir Kush)
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