Embriagarme de vida intensamente
y vaciarme de muerte en mi o en otros.
Y un mar de gente hablando entre nosotros,
un lenguaje de olas o de fuente
que nos eleva a luz sin verme o verte
pero también nos quiebra en vagos trozos
de soledades, penas y de gozos.
¿Soy yo este mismo yo que vive y muere?
¿El de atajos y sombras, solapas y placeres,
que a veces bebe vida como un licor amargo?
¿O soy los fotogramas de un film largo
en un montaje espléndido de escenas
en las que actor y espectador se alternan
y múltiples arrastran sus cadenas
lánguidos como sus lánguidas condenas?
La tentación de ser y no perderme,
de perder y no ser y las orillas
surtiendo cotidianas maravillas
desde urbanos salones me hacen verme
y no verme a la vez, pensando cielos
dentro de la vigilia en nervadura
de un cerebro enhebrándose en sus vuelos;
múltiplo afín del sueño y la locura.
Una lluvia de objetos sujetos irascibles,
de objetos como sueños sujetos como nadas,
se pintan en recónditas y pálidas miradas,
se confunden y borran o se hacen más visibles
y ocultan de sí mismos sus gestos y sus caras.
Las distancias y miedos los fijan en espejos.
Siento ser las criaturas, escualidas o claras.
En todas vivo, en todas y en todos sus reflejos.
Amilcar Luis Blanco ("El asesino amenazado", oleo sobre tela de Rene Magritte)
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