AMILCAR BLANCO (Blog destinado preferentemente a la poesía propia) Los derechos de autor de lo publicado y a publicar en este blog están reservados y protegidos por la Dirección Nacional del derecho del autor-dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la República Argentina- Expediente N° 933882
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sábado, 9 de julio de 2016
Los responsables
¿Quiénes no saben nada
y mimetizan el hartazgo,
encuentran sin saber,
nos duermen en preguntas
como sobre hamacas de circos ambulantes,
de selvas ambulantes,
y nos suman a gentíos insomnes que han pasado
y pasan para siempre debajo de los puentes?
¿Acaso se hacen responsables?
¿Se responsabilizan por el miedo,
por la niebla y el frío,
por el hambre de mundo
que nos lleva en andas?
Ellos naturalizan las miserias.
El político estéril.
El cura que viola brujas en la bruma.
El negociante avieso
cuando prepara sólido su estiercol
para que nos revolquemos en sus fiestas
y después de la ingesta y el bostezo
sumemos nuestro aliento
hacia el postrer sopor en las mañanas.
Ellos,
¿se responsabilizan?
Y qué decir de los dueños
de los medios audiovisuales
que metamorfosean
desde portales gráficos y plasmas
de altísimas definiciones
nuestros acongojados cerebros,
nuestros acojonados cerebros,
nuestras mochilas de muerte incesante,
de desgracias imparables,
nuestros holocaustos de miserias sin fin.
Esos ladrones responsables
escalan posiciones en los pisos más altos,
impávidos contemplan soles turbios
en el acontecer de las pantallas
de sus computadores neutrófilos.
Indican con sus dedos y gestos reticentes
los destinos de miles de millones
de billetes impresos mezclados con tristezas,
mezclados con terrores y estómagos vacíos,
mezclados con las muertes y miserias
que en sus manos se truecan y en sus vidas
en lentos agujeros de silencios,
en lentos agujeros sin sentido,
y nos dejan boyantes de sentido,
sin brújulas, bitácoras, sin norte.
Náufragos de las horas más aciagas
nosotros los estamos padeciendo.
No es hora entonces de que se vayan todos
los altos responsables de hacernos miserables
y quitarnos las gracias de la vida.
No es hora entonces de que por fin revienten
Terminen de una vez nuestra tristeza
Y se corten los tientos que nos hacen sus títeres.
No es hora ya.
No es hora
de que acaben por siempre los dedos de las manos
que nos mueven los hilos.
Amílcar Luis Blanco ("Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central", fresco sobre paneles transportables de Diego Rivera)
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