Día del mundo.
Efervescente hormiga literaria
en sus tintas de letras,
fotografías,
infografías coloridas
y títulos catástrofes
múltiples,
multiplicadas
quebrando los precarios equilibrios
de este sernos humanos.
Ese voraz sopor
abre los ojos
o los cierra
de manera total y traicionera
hacia el numen
cordial de lo que pasa.
Nos deshace la inercia
necesaria
para pensarnos.
Su poder nos traspasa.
Nos hechiza
como el susurro sensual
que en las orejas eréctiles de Ulises
puso el aliento perfumado de Circe.
Duelen tantas fronteras de palabras,
Tantas vaguedades
anónimas,
bursátiles,
indiciarias.
Cada mañana inaugural
sería ideal
elegir quienes podemos ser,
quienes seremos,
sin las sentinas desalentadoras
del miedo propagado
por ese monstruo polivalente.
escrito con la tinta
sedicente
de nuestra propia sangre.
Amilcar Luis Blanco
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