¡Ay, sostener el tiempo en vago exceso,
la mirada en el tiempo, la mirada;
una lenta tensión de encrucijada
entre mujer y hombre trás el beso!
Trás el sufrir los dos su ser fugaces,
frágiles como panes de una hornada.
Sabrosos y en sazón una jornada.
Después perecederos y procaces.
Ese anudar el tiempo en sus miradas
y sostenerlo en vilo, en sus corajes.
Hacer sus cuerpos almas angeladas.
Almas para sublimes andamiajes.
Paraísos cumpliéndose en visiones aladas,
besándose en celosos maridajes.
Amilcar Luis Blanco (Pintura de Theodore Gericault)
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