Terrible soledad la del amor perdido.
La del deseo abierto como boca sedienta.
En el centro del cuerpo el sexo grita y cuenta
su inmenso desamparo, su latido.
Insatisfecho el cuerpo en su deseo herido
y en su vida sin nadie, desatenta
con la sola pasión que lo atormenta,
arbol por la borrasca sacudido.
Sentir que cada día es otra muerte
Un descenso fatal, la despedida.
La de extrañar doliéndonos la herida.
La de vivir la vacilante suerte.
La de sufrir lo móvil y lo inerte
y así sentir como se va la vida.
Amílcar Luis Blanco
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