para calmar la sed de mi lujuria,
tampoco hetairas de insondable furia
que me sorban y besen sin desgano.
Ni el sabor de una fruta de verano
que me deje su rastro de penuria
cada vez que en mi boca lata espuria
tu ausencia evocadora de lo arcano.
Tuve en mis manos la sensual lascivia.
Mi boca saboreó aguas de cielo
y se deshizo en la penumbra tibia
de los lúbricos cuerpos en su celo.
Enfrió mi fiebre la ternura anfibia
y la pasión se ahogó en el desconsuelo.
Amílcar Luis Blanco ("Hylas y las ninfas", oleo sobre tela de John William Watherhouse)
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