Nací en el año de la melancolía;
1947.
El jazz era lento entonces
Y aquí, en Buenos Aires,
alardeaban
las orquestas típicas tangueadoras,
del Marabú, el Tibidabo, el Tabarís,
Troilo y el viento de su bandoneón,
Di Sarli y sus pianazos gravísimos
el discretísimo y puntual Pugliese
y el folletinesco copetinero de danzarines,
quiero decir D`arienzo…
Piazzolla comenzaba a volar
desde el sótano de sí mismo
Entonces la candente guerra se enfriaba
Después de Hiroshima y Nagasaki
La culpa todavía ardía y humeaba.
Estaba en carne viva
Y los que nada decidían estaban melancólicos
porque los rodeaba o la presentían
como la fémina más pretenciosa
a la que le deberían pleitesía sin fin
Entonces la música bajaba suave desde el Norte
Donde los mancos de cuerpo y alma eran unánimes.
Nací entonces como muchos otros,
parido por la culpa y por el miedo,
hijo de un desencuentro,
como fue el de mis padres.
La hipocresía presidía reuniones consulares,
encuentros periodísticos
y las verdades circulaban, envejecidas y sin fuerzas,
en conversaciones de locos.
Pero las radios se desgañitaban
Hablaban para todos, es decir para nadie.
El estallido había silenciado hasta los gritos.
Nací entonces el año siguiente a la esterilización
A la waste land de Eliot
Cuando hasta las sombras huían de los cuerpos
para ingresar a las tiendas de modas
o se recluían y repatingaban para leer
complacidas a los literatos épicos o románticos
que las ayudaban a olvidar su tenebrosa condición:
la de estar muertas y seguir conduciendo automóviles
o yendo al cine las tardes de los sábados,
vistiéndose a la moda y sonrientes,
como estrellas de una película de Hollywood.
AMILCAR BLANCO (Blog destinado preferentemente a la poesía propia) Los derechos de autor de lo publicado y a publicar en este blog están reservados y protegidos por la Dirección Nacional del derecho del autor-dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la República Argentina- Expediente N° 933882
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A veces las sombras danzan, umbrías de jardines e inocencias, bajo las notas de valses de Chopin o de tangos del Zorzal Criollo, o bien con minuetos de Lully...A veces, y sólo a veces, las sombras se dejan entrever cuando nacemos, por mor de difusas sombras que emulan la tragedia del amor, cuando cruzamos la estrecha línea que separa la verdad de la fabulación.
ResponderBorrarUn beso grande, Maestro...
¡Ay, Mayte, gracias por tu comentario para el año de mi nacimiento, para mí, para las sombras y la estrecha línea - como dices - que separa la verdad de la fabulación. Es cierto, es una estrecha línea, como entre la realidad o lo que llamamos realidad o vigilia y el sueño. Siempre hay que recordar a Calderón. Un beso más grande todavía, Maestra.
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