Me has traido el amor, del que jamás se vuelve;
el tiempo único del ser único, hacia cuya altura crezco.
Un jardín delicioso, hecho por ti que eres orfebre
de manos como alas y ojos de otoño y luz y ya padezco
la oscura fiebre posesiva, celosa, de tenerte.
Mujer amada te contengo y me desbordas
como una absurda e imposible suerte
hecha con ilusiones infatigables, ciegas, sordas,
que luchan en mil cielos con la muerte
y la vejez y el miedo, como invencibles hordas.
Si no fuera por el genio que tus ojos melados
y tus palabras dulces transmiten, si no fuera,
por haber conocido tus encantos, tus fados,
una tristeza enorme, cambiante, crecedera
consumiría mi vida como el fuego a la cera.
AMILCAR BLANCO (Blog destinado preferentemente a la poesía propia) Los derechos de autor de lo publicado y a publicar en este blog están reservados y protegidos por la Dirección Nacional del derecho del autor-dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la República Argentina- Expediente N° 933882
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ResponderBorrarQué la tristeza no ceda de tus puertas, que no venza los goznes pretenciosos que parecen ceder a la inocencia, qué deje ésta de ser mero señuelo de la suerte que padece el inocente y que el viento de los tiempos venideros se apodere de la paz de nuestros cuerpos, que ya lloran las oscuras plañideras, ¡como cuervos insolentes en la noche oscura y fría! ¡qué venga, qué llegue! Qué vengan al fin los días de vino y rosas para así libar las mieles, las postreras mieles de un amor otoñal que florece en primavera.
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