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martes, 2 de agosto de 2011
SACRA MUJER
Tus ojos de topacio iridiscente
ordenan la tiniebla,
invitándome al centro incandescente
de tu cuerpo de niebla.
Adelanto mis brazos y mis manos
para que ceda y centre
la sombra y se convierta
en tus hombros, tus senos y tu vientre;
en carne y sangre cierta.
Sacerdote de un cáliz sin comensales
alzando hacia las luces
de los caleidoscópicos vitrales
un vino ensombrecido entre las cruces
no me basta la ostia de tu imagen
necesito comerte y aún beberte
mesiánica y humana.
Si tu divinidad bien me ilusiona
el sagrario es tu cuerpo;
carne y sangre que absuelve y que perdona.
Amílcar Luis Blanco
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarPerdón, Amílcar querido, repito mi comentario para subsanar erratas, tan habituales en mí:
ResponderBorrarTe ha salido redondo y precioso este poema que mezcla lo sacro y lo mundano, el espíritu y la carne, de una forma cuasi irreverente, como irreverente es el amor humano.
Las rimas consonantes marcan el ritmo y la cadencia y son como éstas, perfectos, pero lo más destacable es el significado, profundo, casi abisal...esas metáforas que nos hablan de nieblas en relación a aquello que intuimos, pero que no podemos ver, y ese convertir sombras en realidades tangibles para las yemas de unos dedos deseosos de amor espiritual, pero también del amor de Eros, del amor carnal, concupiscente, lúbrico, ardiente...¡Sólo la carne y la sangre redimen a los mortales!
¡¡¡¡¡Bravo, Maestro, bravísimo!!!!
Agradezco mucho este comentario tuyo porque hace una evaluación analítica y profunda del significado que intenté expresar y comunicar. Como siempre, además de amiga y poeta, docta en tu evaluación. Un gentilísimo beso
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