Lo que veo en tus ojos, lo que siento,
en mi ciega intuición, me son tan caros,
que dudo corazones tan avaros
puedan guardar tamaño entendimiento.
Imagino tu cuerpo; su momento,
femeninos deslices, ojos faros,
muslos de fuego frío, surtos, claros,
desde tu grupa y su estremecimiento.
Imagino el trémulo talento
de volcán de tu carne, los ignaros
brillos de tu deseo y su tormento
guardándose como abalorios raros
para mis manos y para mi aliento;
presa de mis recónditos reparos.-
Amílcar Luis Blanco (Pintura de Patricia Watwood)
Huy, qué ardiente soneto, Amílcar querido, muy bello en su forma y muy intenso en su contenido. Es para leerlo y releerlo...
ResponderBorrarBesitos, Maestro, y mis felicitaciones.
Gracias Mayte. No hay que olvidar que el soneto encauzó el amor de Petrarca y Garcilaso, dos grandes poetas. Aspiro - difícil que lo consiga - no apartarme de la guía de sus númenes. Me alegro que te haya gustado.
ResponderBorrarInfinidad de besos para ti