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jueves, 3 de diciembre de 2015

EN EL PARAISO




Estábamos en el Paraiso.
En el exacto sitio del origen.
El lugar donde vida, luz y sombra, 
se fecundaban y exhibían,
las alimañas cundían y la víbora cantaba,
igual que las sirenas, un silbo de tentación y esperanza.
En el sitiado destino sin fronteras que aflijieran.
Inmensidad parida del horizonte en cinta en cada aurora.
Estábamos viviéndonos. 
Viviendo dentro de nuestros ojos lúbricas ebriedades 
y sin culpas por hora.
Sin remordimientos que las enturbiasen. 
A puro ser a ser, a puro cuerpo a cuerpo.
Pero vísperas hubo de prohibidas manzanas 
y augurios de destierro y de desastre.

Y los dos las mordimos,
masticamos sus pulpas de delicia, la sabrosa textura,
la del hierro y la sangre, la del bien, la  del mal.
Entonces algo de la advertencia celeste se desplomó sobre nosotros
y nos vimos desnudos y sentimos verguenza.
Es que junto a la sangre y el hierro mordimos la obediencia.
Esa ciega obediencia en que el poder consiste.

Amílcar Luis Blanco ("Whisper of Explosion", oleo sobre lienzo de Michael Cheval)

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