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domingo, 15 de octubre de 2017

YO FUI Y SOY Y SIGO SIENDO.


Yo fui ese niño.
Ese perro.
Ese caballo.
La casa de la esquina
en ese pueblo.
Y también los veranos
bajo los paraísos y la higuera.
Las películas argentinas
de los años cincuentas,
en el cine de Bertero
y las que sigo viendo y veré todavía.
Como escribió Vallejo,
el que "todaviiza perenne imperfección",
así, tan pulcramente como escribió
el peruano
poeta.

Yo soy la calle ancha,
aledaña a los campos,
y aquélla bicicleta
y el dolor en la espalda
del invierno del pueblo
en la plaza, cruzándola.
Y el estupor y el misterio
del niño que pasaba
alrededor del cementerio
y observaba con miedo
las paredes amarillas
del hospital para pobres.
Soy el que sigue siendo
a toda vía.
A todos los lugares y las cosas
que me fueron y son
y siguen siendo.

Dentro de mí los días van quedando
pero también pasando.
Lo que queda define ciegamente.
Lo que pasa, el olvido, pura muerte.
Pero tomo mi amor y lo levanto.
Como quien toma el sol
y raudamente
se emborracha de cielos y distancias.
Y mis manos son llamas de pasiones.

Aún en este gris,
en este humo,
mientras,
casi sin darme cuenta
me voy desvaneciendo
y esfumando
como una bocanada
tantas veces soltada
en los aires oscuros
con la desaprensión 
de los veinte años
que todavía laten
en todos los rincones
de mi instinto.


Amílcar Luis Blanco (Lápiz de Pablo Picasso)

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