Son, como dijera Antonio Machado, “de espíritu burlón y de alma quieta”, como quienes jamás han pisado una cancha de fútbol pero son capaces de enmendar al mismo Maradona. Hoy, como ejemplo, pongo a Santiago Kovadlof y su artículo sobre la muerte de Néstor Kirchner publicado en el diario “La Nación” el día siguiente al del infausto acontecimiento. En sus primeras líneas,¡Oh sorpresa!, deplora el deceso, pero en seguida nos espabilamos. No porque se haya ido un gran hombre, un excelso estadista, un valiente republicano, el gran abogado del pueblo como yo considero que ha sido, sino porque, en opinión del columnista no ha dejado un heredero político sino únicamente división. Según esta óptica todo lo que ha hecho estuvo inspirado en la omnipotencia. No fue valiente, sino osado e inconsciente. No fue solidario sino egocéntrico. Lo suyo no fue lucha sino desenfreno. No hubo entrega de su parte, sólo ambición, etcétera.-
El opinólogo fundamentalista, procede como un pastor, gurú, sacerdote o gran brujo de una religión. No nos da razones o argumentos que se contrapongan y cuestionen el populismo político desarrollado a favor del pueblo que provengan por ejemplo de una visión neoliberal, socialista, marxista o lo que sea que considere plausible el opinante.
Nos descerraja como una verdad revelada lo ominoso de la gestión kirchnerista. No discute, polemiza o dialoga, aunque sea imaginariamente,con los fundamentos que inspiraron las decisiones, obras y realizaciones de Néstor Kirchner sino que se coloca por encima de él, apostrofándolo, denigrándolo, anulándolo o intentándolo al menos,
con un discurso cerril que no admite réplicas porque lejos de argumentar repite,como en una letanía, consideraciones acerca de la psicología del hombre que denosta. A partir de allí pontifica como un verdadero profeta sobre la posible o probable suerte futura del pueblo argentino ¿Cómo puede ser que un hombre ilustrado, que tuvo tiempo y dinero para estudiar, que con la oportunidad que le dio la vida se formó en los mejores claustros accediendo al conocimiento, opine como un fanático o un troglodita? ¿Cómo puede haber un fundamentalista ilustrado? Cualquiera puede suponer que para ser alguien en la historia política, para alumbrar cambios y transformaciones en las estructuras, para manejar el dificilísimo arte de lo posible que es la política, cruzada por fuerzas e intereses sectoriales y corrientes de poder y conseguir algo, por pequeño que sea, hay que ser algo así como un titán.- Cualquiera también puede darse cuenta, aunque sepa quiénes fueron y qué pensaban los que pertenecieron a las escuelas filosóficas de los cínicos, los hedonistas, los epicureístas, spencerianos, o los partidarios en general del no hacer, aquéllos escépticos de la acción o la palabra, que, en política, estas posturas del pensamiento especulativo que descreen del progreso o de su misma posibilidad no tienen cabida. Que mas que juzgar a los hombres que hacen, que se juegan, tratando de realizar ideales para los otros, más todavía que para sí mismos, que como Moreno, Castelli, Monteagudo, San Martín, Perón, Juan Domingo y Eva, entregan su vida para la realización de una causa común, habría que ayudarlos, ponerles el hombro, estar junto a ellos. El inmovilismo “de espíritu burlón y de alma quieta” llevó a que hubiera treinta mil torturados, muertos y desaparecidos. Llevó a que los políticos acomodaticios, timoratos, pusilánimes de siempre, a que los que profesan el Manualde zonceras argentinas, a que los tilingos, cipayos, tirifilos, mequetrefes que cunden por todos los rincones de la historia argentina, metiendo su baza de estúpidos, de intelectuales de opereta, de calientasillas y tinterillos, inclinaran siempre su cerviz de lacayos burgueses ante los poderosos. Ante el FMI y el Banco Mundial, ante el Club de París y la Sociedad Rural, ante el Grupo Clarín, ante los honorables gobiernos europeos y de los Estados Unidos de América. ¿Dónde, en qué lugar ponen sus ojos y sus cerebros, presuntivamente de intelectuales académicos,Santiago Kovadloff, Mariano Grondona, Joaquín Morales Solá y, en fin, otros, sino los ponen en la tristeza, el hambre, la marginación de cientos de miles de compatriotas? ¿Acaso no creen en la acción política, en que resulte posible mejorar la condición humana? Nuestros intelectuales son fundamentalistas del nihilismo, desgraciadamente.-
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