
Tendida sobre el lienzo, emoliente, distante,
una boca al revés bajo tu vientre,
un pequeño volcán de rojedades,
se ciñe a tu silueta y a su peltre
de volúmenes cárneos buscando saciedades
una hamaca oscilante
contra tu grupa ecuestre.
Tu mano sueña intrépida y silvestre
sumergirse en la tibia ladera de tu pubis
entrar por su hendidura como una poma agreste
que devorara Anubis.
Sueña en lúbricas lavas descendiendo en ternuras
turgentes engranajes engastándose,
y roces en rosáceas estructuras
púrpuras, granas, cárdenas, calzándose.
En saciedad suprema,
en las corolas que convoca Hefestos,
en ardiente metal mutado a gema
sobre yunques de antiguos desconciertos,
martillos tumescentes que golpean
contra los glúteos de ateridas yeguas
que atadas al placer ya ni menean
en su quieta carrera de incalculables leguas.
Los deseos penetran en tu sueño,
los deseos actúan y adormecen
en el límite cóncavo del ceño
ebria batalla lúbrica y acrecen
ese saciarte sola confiándole a tu mano
hurgar en la humedad y su verano.
Amílcar Luis Blanco (Gustave Courbet "La hamaca"
Amilcar..." La hamaca "
ResponderBorrarLa hamaca còmplice de sus ìntimos deseos, al mecer la acompaña a gozar.
¡¡¡ Bonito !!!
un beso
Un poema de alto voltaje, mi querido Amílcar, de un erotismo que rivaliza con la fragua del propio Hefestos que mientas en tus rusientes versos. Una sabia mezcla entre la erudición por lo mitológico y la carnalidad expresa. Y, como siempre, con ese derroche verbal que te caracteriza, esa riqueza léxica, Maestro: palabras como gemas.
ResponderBorrarBesos y mis felicitaciones.