
Ávido de la vida de la carne,
de su tibieza fugaz
¿Cómo podría mostrarte lo que siento
cuando quiero olvidarte?
¿Y desnudar aún más mi desnudez,
mi llanto, que, como abismo de una catarata
de aguas de cielo amargo, derrama toneladas?
O, al menos, huelga decir, la llaga transparente
que soy y que los otros atraviesan
recordándome siempre tu minuciosa ausencia.
¿Escurrirme, abstraerme, de tu reciente nada,
con todas ellas juntas, eternamente absortas,
mirándome a la cara?
¡No! Tampoco eso podría.
Aunque ardan ebrios todos mis silencios
y con sus humos pavorosos nublen
la luz de tu mirada en mi mirada.-
Amílcar Luis Blanco
Qué belleza sublime destilan todos tus versos, Maestro, como los de este poema precioso que ahora nos ofreces. Ovidar...aunque no se pueda.
ResponderBorrarMás besitos.