Hay un ángel sediento en tu mirada
y hasta en tus manos cunde su ternura
y sin embargo un trazo de amargura
te pone ojos y labios en sombras, solapada.
Un ángel retrocede en cada madrugada
y recuesta en tu cuerpo su invisible estructura
pero deja en tu rostro su ambigua donosura
y te envaina en el sexo su flamígera espada.
Y aunque presa en el ángel tu beldad se asegura
Oscilas en el miedo con tu belleza oscura
Y cuando te sonríes pareces lastimada.
Luzbel de los adioses, vas hiriente y futura.
Te asomas a mi cuna y hasta mi sepultura
aunque un filo de hielo te tenga amenazada.
Amilcar Luis Blanco (Pintura de Tanya Torres)
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