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sábado, 17 de enero de 2015

AMÉRICA




Donde antes las hubo,
ahora mismo,
ya no hay eternidades. En ese pueblo,  América, 
de infancia; célula urbana, mi pequeña patria,
surgida de un fortín entre chusas malezas.

Ya no hay ríos de tangos
ni zarzuelas o bronces
para alentar mis ganas,partiendo de la pua
que mi padre ponía sobre surcos de discos olvidados.
No está el abuelo que trajo el plano de la casa

Ese gato montés,
el pasodoble,
levantando tertulias
del cine de Bertero allí en mi pueblo
trayéndome recuerdos de otras vidas.

Ni hay mi hermano
en cuyos hombros
hacía pesar mi compañía
regresando del cine por la plaza.

No volverán los pájaros amenos que picaban
la soledad en todas sus semillas.
Y ese salir al aire, a los encuentros,
más allá del aljibe, la retama y la adelfa.

Al inclinarse de álamos y sauces,
a sus melenas dóciles al viento,
encrespadas o lacias, siempre atentas,
a la quietud insigne de la higuera.

Ya no hay eternidades
pero quedan preguntas
¿He trabajado acaso
una quietud del tiempo en el poema?

¿O acelerado tanto mi transcurso,
despojando del ser al paisaje evocado 
para que ahora muestre
tanto hueco de ser tanta penumbra?

Amílcar Luis Blanco  (Fotografía de la Municipalidad de América, Partido de Rivadavia, Pcia.de Bs. As. Argentina)


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