
Espacio, lasitud, angustia atemperada.
En la robe miel y ambar se refugia y destella
una mujer de ojos sustanciados de estrella.
Blanco claror desnuda un seno a la mirada.
de esa mujer teniendo en su palma apresado
el otro seno ebúrneo bajo tela mullida.
Sobre un diván y junto al perro bien amado
posa en alerta y siente esa fe sin medida
que apoya la cabeza en su muslo y la cuida.
Hay miedo en esos ojos y también mucha vida.
Esperanza en los labios, quieto volar perplejo.
Angustia parpadeando en un fugaz reflejo.
Y un amor que se vierte frugal y compasivo
habitando en el sepia de la luz y en el dejo
de olvidada lascivia trazada en gesto esquivo.
Un gesto de ternura artesanal y vivo.
Cortinados y fundas, telas, diván, calladas,
cosas de un par destino entre su hombre y ella
templaron tibias rosas de amor en sus miradas.
Él la plasma en la tela y en cautas pinceladas
le vierte los colores donde su ser destella.
Y le desnuda el alma sobre el cuerpo y la sella.
La viste de apariencia sin fin y sin muralla.
La dota de sentido y en su magma la encalla
como una nave humana llegando a la bahía
donde la soledad sin mar se le hace lago
para al fin refugiarla en la quieta alegría
e infundirle la calma que borra todo estrago.
Hubo una vez en que ellos mirándose dijeron,
después que caminaron, cuando se despidieron:
"Hemos creado un ángel y crecerá sin pausa.
Nos quitará de a poco la soltura y el viento,
lucharán nuestros cuerpos, perderán el aliento
en la hoguera nacida sin aparente causa.
Pero en su siempre el tiempo moverá su talante
y el audaz firmamento que la hermosura hoy tiene
e irradia de nosotros y en amor nos contiene
se irá de nuestras vidas cual la recia Atalante,
ágil como en la caza ayudando a Artemisa
se irá de nuestros cuerpos como se va la brisa"
Y entonces los pinceles en la tela insumisa
dibujaron la imagen, el volumen, la gloria
y dejaron plasmada para siempre la historia.
Amilcar Luis Blanco ( Obra pictórica de Lucian Freud)