Ellos fabricaron el rigor de la música,
el sexo de la música.
Un reloj de tambores en medio de la nada,
un soplo de metales en la noche,
toda una plata pura para el viento,
toda una pura plata.
Oigo cantar gargantas en el cielo,
oigo cantar gargantas y se anegan
de saliva, de lágrimas, en un río Missouri
cayéndose en el filo de la tarde,
entre la ardiente piedra de los soles
sobre sangres de lavas y pálidos metales,
lacerantes alcoholes
lacerantes alcoholes
y voces de aguas lentas golpeando las orillas.
Y otras veces los cielos dan sus voces de cielos.
Y otras veces las aguas dan sus voces de aguas.
Y otras veces las noches en vibratos de sombras;
claridades de lunas quebrantan las tinieblas,
empedrando a chasquidos de Satchmo las calzadas
y delgados y suaves los altísimos timbres de la Ella Fitzgerald
ganándole estatura a las estrellas
dan sus notas de sueños de esos "dreams to remenber".
ganándole estatura a las estrellas
dan sus notas de sueños de esos "dreams to remenber".
Los altísimos timbres que se marchan y nos dejan a solas.
A solas siento el son y mientras suena
finge una eternidad antes jamas hollada;
una orilla infinita abriéndose a nosotros
y vuelve a cada tramo en olas densas, hondas, del contrabajo,
sosteniendo la voz de la Fitzgerald suave, nítida y suave,
hermana de la voz de la trompeta, contagiada de Satchmo,
de lunas y distancias y grave amor de Satchmo
y de Ella Fitzgerald y de Ella,
para siempre en sus voces,
para siempre.
y de Ella Fitzgerald y de Ella,
para siempre en sus voces,
para siempre.
Amilcar Luis Blanco
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