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sábado, 10 de marzo de 2018

MI PAÍS




En esta tierra el tiempo grita,
duele, vacila, ralentiza, 
se precipita.
Nadie se parece a nadie
o todos entre sí se parecen.
Mientras tanto los gallos
cacarean al desierto
desde púlpitos y paneles
vestidos de políticos y obispos,
generales y coroneles.
Un escozor membrudo
se apodera, pesa
sobre brazos y hombros
de seres absortos
caminando hacia su destierro
o su muerte, invisibles.

El río color león, color cieno,
barro, lodo, contaminado,
calla en su espejo líquido,
contamina a su vez,
y Buenos Aires ruge a su rededor,
un espanto en tiritas,
de merchandising.
Las góndolas de los supermercados
navegan sobre los vientres vacíos
y los cerebros excomulgados
de las a(he)rrojadas mayorías
marchando con banderas y tambores
y bombos y remeras de colores.


¡Vengan a ver! Este bailongo
tipo tango o milonga
pintando las paredes.
A oír el cuchicheo,
las marchas y los ayes
de las multitudes baldías,
enloquecidas, despojadas,
de sus derechos elementales.
Vengan a ver esta Argentina
explicada por hombres
y mujeres comprados
o aterrorizados
a hombres y mujeres
cuyos miedos expectantes
los tienen embotados,
anonadados,
monopolizados por el fútbol,
en y frente a las pantallas
de los televisores, 
afantasmándose.

Amílcar Luis Blanco (Pintura de Antonio Bermi)

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