Flebas, el fenicio, a quince días de muerto,
olvidó el grito de las gaviotas, la profunda hinchazón del mar
y las pérdidas y ganancias.
Una corriente bajo el mar recogió sus huesos en susurros.
Como una rosa en su caída
pasó los escenarios de su edad y juventud
entrando en el remolino
gentil o judio.
¡Oh tú, que giras la rueda y miras a barlovento,
considerad a Flebas que una vez fue buen mozo y alto como tú!
(V.- What the thunder said) LO QUE DIJO EL TRUENO.-
Después de las antorchas rojas sobre los rostros sudorosos.
Después del helado silencio en los jardines.
Después de la agonía en los lugares pedregosos,
los gritos y los llantos,
de la prisión y el lugar donde reverbera el trueno en primavera,
sobre montañas distantes,
el que estaba vivo ahora está muerto,
nosotros que estábamos vivos ahora estamos muertos,
con escasa paciencia.
Aquí no hay agua, sólo roca.
Roca y no agua y la carretera arenosa.
La carretera ventosa arriba entre las montañas.
Las que son de roca sin agua.
Si hubiera agua nos detendríamos y beberíamos.
Entre las rocas uno no puede detenerse y beber.
El sudor es seco y los pies están en la arena.
Si sólo hubiera agua entre las rocas.
La boca muerta de cariados dientes de la montaña no la puede escupir.
Aquí uno no puede detenerse a descansar ni sentarse.
No hay siquiera silencio en las montañas.
Sólo el seco, estéril, trueno sin lluvia.
No hay siquiera soledad en las montañas.
Pero hoscos y rojos rostros se burlan y gruñen
Desde puertas de escandalosas casas.
Si hubiera agua
Y no roca
Si hubiera roca
Y también agua
Y agua
Una primavera
Un charco entre la roca
Si hubiera el sonido de agua solamente
No la cigarra
Y la hierba seca cantando
Sino un sonido de agua sobre todo en la roca
Donde ermitañas verdades cantan en los pinares
Gotean gota gotean gota gota gota gota
Pero no hay agua
¿Quién es ese tercero que camina siempre detrás de ti?
Cuando cuento estamos sólo tú y yo juntos
Pero cuando miro hacia atrás el blanco camino
Siempre hay otro caminando detrás de ti
Deslizándose encubierto en una manta marrón, encapuchado
No se si es un hombre o una mujer
¿Pero quién es ese al costado de ti?
¿Qué es ese sonido alto en el aire?
Murmullo o lamentación maternal
Quiénes son esas hordas de encapuchados pululando
Sobre interminables planos, tropezando en la tierra resquebrajada
Sólo anillada por el llano horizonte
Qué es la ciudad sobre las montañas
Chasqueadas y reformadas y reventadas en el aire violeta
Torres caídas
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
Irreal
Una mujer tiraba su largo cabello negro apretándoselo
Y violineaba susurrante música en esas cuerdas
Y bateaba con caras de bebe en la luz violeta
Silbaba y martillaba sus alas
Y arrastraba su cabeza bajo el borde bajo la ennegrecida pared
Y en el aire al revés estaban las torres
Tañían evocativas campanas que guardaban las horas
Y cantaban las voces fuera de cisternas vacías y pozos exhaustos
En ese caído hoyo entre las montañas
En la borrosa luz de luna la hierba está cantando
Sobre derribadas tumbas, alrededor de la capilla
Allí está la capilla vacía, sólo es hogar del viento
No tiene ventanas y la puerta oscila
Secos huesos pueden dañarse, no uno
Sólo un gallo parado sobre el techo de árboles
Gorgoreó, gorgoreó, rebotó, gorgoreó, gorgoreó, rebotó
En un destello de luminosidad, de pronto, una húmeda ráfaga,
nos trajo la lluvia.
Ganga fue hundida y las blandas hojas
aguardaban la lluvia, mientras las negras nubes
acumulaban lejanas distancias sobre Himavant
La jungla encogida se encorvaba en silencio.
Entonces habló el trueno
D A
Datta: ¿Qué hemos dado nosotros?
Mi amigo, sangre estremeciendo mi corazón
El horrible atrevimiento de los momentos de rendición
Como una edad de la prudencia que nunca puede regresar
Pero por esto, por esto solamente, hemos existido
quienes no encontramos en nuestros obituarios
o en memorias decoradas por la benefactora araña
o bajo sellos rotos por el ínclito procurador
en nuestros cuartos vacíos.
D A.
Dayadhvam: He oído la llave
Girando en la puerta una vez y sólo una vez
Pensamos en la llave, cada uno en su prisión
Considerando que cada llave confirma una prisión
Solamente en la caída noche, rumores etéreos
Reviven por un momento un quebrado Coriolano
D. A
Damyata: El bote respondió
Gallardamente, con la experta mano en vela y remo
El mar estaba calmo, tu corazón habría contestado
Gallardamente, cuando invitabas, golpeándote obediente,
en controladoras manos
Me senté sobre la orilla
Pescando, con la árida llanura detrás de mi
¿Pondré minimamente mis tierras en orden?
El puente de Londres cae hacia abajo, cae hacia abajo, cae hacia abajo
Poi sàscose nel foco che gli afina
Quando fiam ceu chelidon – Oh golondrina golondrina
Le prince d`Aquitaine à la tour abolie
Estos fragmentos he escorado contra mis ruinas
Por qué entonces ella te sirve. La loca de Hyeronimo nuevamente
Datta. Dayadhvam. Damyata.
Shantih shantih shantih
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