Antes, cuando las olas se desenrrollaban en piernas de mujeres
hechas de encajes de espuma y transparencias
para atrapar las rojas rocas de mi carne y envolverla
y convertirla en cieno o en arena
y darle la apatía orgullosa de la sal y del yodo
repartiéndose el aire, vestidos de esplendor y madrugada,
before o fareway entre las horas
y las explosiones de sollozos sobre los relojes de sol
en ansiedades que ocupaban a pleno la sinfonía del paladar y la garganta.
Antes, cuando estaba en el día sin palabras,
transido de horizontes,
libre como una sucesión de pájaros,
absurdo como las caídas caprichosas.
Subiéndome siempre a mi destino;
ese tren de largos vagones que pasan
no se sabe hacia donde,
desnudo, insatisfecho, tiritando.
Antes, sumido en la tiniebla,
en el recuerdo de un muérdago
hermano de cipreses que constelaban los confines,
esperando respuestas en las cifras de los balcones y las plazas;
en las salas de los cines, solo con otros solos,
viviendo igual al "deja vu" de haber vivido,
ignorando las ausencias de quienes me acompañaban,
desnudo dentro de mis vergüenzas,
ardiendo en la fogata de mis esperanzas
y enviando ataúdes con esperma hacia la austral ceniza
que no cesa de crecer en si misma.
Antes.
De un antes imposible.
En la vaguedad palpable de los días
uniéndose a mis guitarras de silencio
y a la asombrosa forma de mis manos
cerniéndose de nubes alteradas en los arcos de la luz,
en los precipicios de las miradas
y en las alcuzas que todavía se vuelcan hacia genios solícitos
sin recibir a nadie, ni producir resabios de antesalas.
Antes,
hecho imposible piedra y mariposa,
jugando a ser el mismo, a permanecer en la fidelidad de las palabras
y dejarme llevar por las metamorfosis de los celuloides
y los cambios de humor de los rayos catódicos;
esos glaucomas tristes de los televisores,
proveedores de cegueras colectivas y anuncios de dentífricos
apagándose en las nieblas woodyallinescas de un Mannhatan,
todavía milagrosamente corazonado y con olor a puerto.
Antes.
Digo en el anterior ciclo de infante jardinero
y jovenzuelo sin cosquillas de adioses que inquietaran mis cuerpos,
dándolos a las siestas y los sueños y mutándolos
aspirando a que lleguen a serme un solo hombre,
un solo cuerpo, una irrefutable vida para todos
una ola de impulso inacabable que en mar me convirtiese;
en Poseidón eterno que abarcase lo amargo, lo salado, lo protervo.
Antes, en ese tiempo abstracto que no existió jamás
ni existirá tampoco porque lo voy borrando
con la creciente sombra de mi ahora hacia el poniente imperturbable
de estos días que penden como ropas colgadas que se secan al viento.
Amilcar Luis Blanco (Pintura "Stormy seas" de Bob Ross)